Eduardo Bautista
Oaxaca.- (pagina3.mx).- Los crímenes y la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa se ha colocado como una marca de hierro candente en la piel de la historia. No de la historia de Iguala, ni la de Guerrero, ni la del país.
Ayotzinapa es parte ya de la historia de los horrores de la humanidad.
No es casual la protesta y la solidaridad que se escucha en muchos lugares de nuestro continente y del mundo, en Europa, América, Asia. La solidaridad internacional nos están diciendo que no hay vidas más importantes que otras, que lo que pasa en Guerrero podría pasarle a todos.
La licencia y salida del gobernador de Guerrero Ángel Aguirre es nula para el tamaño del problema. Es algo que no ha entendido el PRD ni las autoridades federales. A estas alturas no se trata de recomponer a la clase política, de cambiar a uno y poner a otro. Ayotzinapa no es un caso local de solución local como pretenden hacer creer.
El PRD es una sombra de lo que fue, su credibilidad se ha reducido a cenizas debido a sus cálculos electoreros de postular a priístas relegados o recomendados con alianzas mafiosas. Los dirigentes partidistas no han entendido las proporciones del problema. Los tiempos electorales no tienen que ver con los tiempos urgentes de la indignación, del rechazo a los agravios.
Es más, la aberración de lo ocurrido en Ayotzinapa ha puesto por los suelos los discursos oficiales de la modernidad mexicana que se difundían en el extranjero, los pretendidos logros son pisoteados por los propios engendros del sistema quienes atentan contra los derechos humanos. La discusión crece del paso del Mexican Moment al Mexican Murder, como se refiere en editoriales y artículos del Washington Post y del New York Times.
Así, el pasado 22 de octubre, con motivo del día de acción global por Ayotzinapa, miles de personas tomaron las calles en más de 50 ciudades con reclamos de justicia y expresiones de solidaridad; las convocatorias emprendidas desde las redes sociales, han compartido la preocupación de cómo pasar de la rabia a la digna acción.
Efectivamente ese es el gran reto colectivo ¿cómo hacer de esa gran energía un procedimiento de organización? La respuesta no es fácil. Los dirigentes partidistas propondrían un padrón de afiliados con todos los que se movilizan, que se elabore un organigrama, que se repartan carteras, pero no, definitivamente no es por ahí porqué seguramente muchos de los que se movilizan creen poco o nada en los partidos políticos.
La coyuntura de Ayotzinapa es global puesto que revela una profunda crisis moral, que nos tiene que llevar a replantear el sentido de las luchas, de trabajar con más preguntas: ¿qué hacer? ¿cómo detener la violencia? ¿cómo darle sentido a la esperanza por un mundo mejor? ¿cómo recuperar la paz ante tanta convulsión? ¿cómo generar unidad por la causa de la defensa de la vida? ¿cómo resistir ante la provocación? ¿cómo evitar la fragmentación por el miedo o la confusión?
No creo que haya respuestas puntuales, pero estas pasan necesariamente por la política. No se trata de la política degradada por las elites, del poder como negocio, como ocurre en este país en donde los gobiernos están rematando todo. Allí están las reformas estructurales y los gasolinazos que encarecen la vida cada día y provocan la miseria de gran parte de la población; reformas que son producto de un pacto faccioso entre dirigentes de los partidos políticos.
Por el contrario, se trata de hacer la política buena, la política del dialogo, del encuentro, de los acuerdos por la defensa de los bienes comunes, de los acuerdos sobre lo que no se puede vender, de lo que no se negocia, como la educación pública, la salud pública, del empleo con salarios dignos, la política de la defensa de los bienes comunes que no pueden tazarse en el mercado, como el agua, los vientos, los recursos naturales, los territorios.
De los territorios pensados como la suma de la tierra, del tiempo, de las historias, de los presentes y los futuros colectivos, de las culturas, de la organización, de la dignidad, de la vida misma. En suma, se trata de hacer la política de la organización y la unidad más allá de personalismos.
No queremos más acontecimientos catastróficos. El clamor por la aparición de los jóvenes normalistas está en el aire; por la presentación de todos los desaparecidos, que nunca más ocurran estos horrores, ni en Guerrero, ni Michoacán, Chiapas, Oaxaca, ni en ningún lugar del mundo.
Agradezco al equipo de Educa Oaxaca, Asociación Civil, la oportunidad de compartir algunas reflexiones con los egresados de la Escuela de Defensores Comunitarios dentro de las actividades de su vigésimo aniversario.
Investigador del IISUABJO/ Investigador Nacional Conacyt
sociologouam@yahoo.com.mx
