Saber narrar

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Horacio Corro Espinosa

Desde luego que hay narradores de cuentos y de historias. Hace tiempo conocí a Eraclio Zepeda. Eraclio es un escritor, poeta, novelista y político. Él es chiapaneco.

Cuando lo conocí en persona yo ya había leído la mayoría de sus libros. Fue en Durango donde por primera vez platiqué con él. Me sorprendió mucho cuando me dijo «te vi cuando estabas desayunando huevos estrellados y leías un montón de periódicos a la vez». Y era cierto. Yo estuve cerca de su mesa en un restaurante, y dos días después nos hicimos amigos.

Todo él era un delicioso cuento a partir de la realidad. Mezclaba ciencia con leyenda. De todo hacía cuentos. Cuando algo se le iba de las manos me decía que había dejado de contarme un cuento para comenzar una novela o una película.

En una ocasión que volamos juntos, al llegar al aeropuerto de la ciudad de México, no encontramos ningún taxi desocupado, así que me preguntó, y por dónde vives. Resulta que vivíamos a dos cuadras de distancia entre su casa y mi casa. Desde entonces, antes o después de cada vuelo, tomábamos el mismo vehículo para llegar a nuestros destinos.

Cuando nos reuníamos él era el que contaba. Contaba con una precisión minuciosa de cualquier cosa que él hubiera presenciado. Relataba las cosas con tanta sagacidad, que parecía que siempre decía la verdad, aunque estuviera contando un cuento. Narraba las cosas como si acabara de verlas, es más, narraba cualquier cosa aunque nunca lo hubiera presenciado, prehistoria incluso.

Tuve dos maestros muy importantes Jorge Ibargüengoitia y Juan José Arreola. Estos dos eran tan poderosos en su forma de narrar, que siempre me parecieron que tenía dentro de sí, un motorcito de buena prosa. Todo lo que caía en las manos de estas dos personas, salía convertido en un relato bastante brillante y sabroso.

El narrar es un don. Eso no está al alcance de cualquiera. Hay personas naturalmente dotadas de ello.

Así con Eraclio Zepeda, eran mucho más extraordinarias sus historias narrativas escuchadas de cerca, que las que hacía en sus programas de televisión.

He conocido a mucha gente que cuenta como unos verdaderos dotados, como si hubieran nacido sólo para narrar. Algunos dicen que para saber contar hay que tener grandes estudios. Yo digo que no es así. Juan José Arreola, estudio hasta tercero de primaria y se hizo a base de libros. Fue un autodidacta. Estudió solito.

Lo cierto es que narrar es un milagro, porque si lo miras bien, como decía el fabuloso maestro Augusto Monterroso, todo cabe en un cuento… y él escribió un cuento que se llama «El dinosaurio», su extensión es de una línea y media, y en ese espacio le cupo todo su cuento.

 

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