ComunalidadInfantes del terremoto, en el olvido 

Infantes del terremoto, en el olvido 

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Diana MANZO / Corresponsal

JUCHITÁN, Oax., (pagina3.mx).- Algunos ven la tele, otros patean  un balón y unas más juegan con el celular, así se entretienen muchos de los niños y niñas del terremoto  del pasado 7 de septiembre, sus autoridades se han olvidado de ellos.

A excepción de las y los menores que se refugian en el albergue ubicado en el tecnológico de Juchitán -quienes tienen la atención sicológica en caso de requerirlo-,  el resto vive  en la calle con miedo y mucha angustia.

Para las autoridades pareciera que las niñas y niños no cuentan; sin embargo grupos solidarios y artistas a través de la música, la pintura e incluso del cine, les han dado ánimo para calmar su preocupación.

Personal de la Unicef recorrió los pueblos afectados por el terremoto y a pesar de que en su dictamen dijo que el regreso a clases es una de las mejores terapias, la sociedad istmeña vive con la incertidumbre, pues las réplicas sísmicas no cesan; es decir, la tierra de mueve a cada instante.

Carlos Alberto y José Alfredo junto con sus amigos viven en la colonia Mariano Montero, en la novena sección de Juchitán, pintan para olvidar y vencer el miedo, pero en sus dibujos plasman su angustia y repiten que  temen por su vida.

En este rincón de Juchitán, como muchos de este municipio y otros del Istmo de Tehuantepec, además de la desgracia del sismo, la pobreza es la que invade, sus calles están sin pavimentar, aquí los apoyos llegan a cuentagotas y no tienen cocina comunitaria.

En el único albergue donde hay atención sicológica en Juchitán es el ubicado en el Instituto Tecnológico del Istmo.

En ese sitio la encargada del área médica del IMSS, la doctora Wendy Martínez, respondió que no podía dar datos sobre el número de pacientes atendidos y que todo se solicitará a nivel federal a través de su área de Comunicación Social, por lo que no existen datos de cuántos menores han recibido atención en este refugio.

A ellos y ellas nadie les preguntó cómo se sienten después de tantos temblores o de las réplicas constantes, nadie les ha dicho qué necesitan desahogarse, ni que necesitan estar fuertes para vencer la adversidad, a los niños y las niñas zapotecas, chontales, zoques, ikoots y mixes nadie les dice nada.

El juego en la calle, otra forma de convivir. Foto: Diana Manzo.

Beatriz Luis Gallegos es mamá de Carlos Alberto y José Alfredo. Con el rugir de la tierra las paredes de concreto de su casa quedaron afectadas. La noche del 7 de septiembre sus hijos estaban dormidos y fue grande su angustia que no pudo salir de su vivienda que por fortuna no se desplomó y aguantó el terremoto.

“Mis hijos me preguntan cuándo dejará de temblar, pero no se qué decirles, yo no fui a la escuela y no sé leer y tampoco escribir, lo único que hago es abrazarlos y decirles que nada pasará, que confíen en Dios, que es el único que lo sabe todo”, dijo.

Para desahogarse, los pequeños pintaron cómo se sentían, y su respuesta en los textos de las hojas fue el miedo a perder a su familia y su casa, también expresaron que desean que esto acabe pronto porque les angustia la preocupación de sus padres y sus madres.

Al preguntarle sobre el regreso a las aulas, las niñas y los expresaron que mientras siga temblando no volverán, porque tienen miedo de que las aulas se destruyan, como muchas casas de Juchitán.

Las y los menores de la colonia Mariano Montero, como el 90 por ciento de los que viven en Juchitán, no han recibido una atención sicológica a pesar de que lo necesitan.

“Mis hijos me abrazan fuertemente todas las noches y me preguntan si vamos amanecer, les digo que sí, no lloro enfrente de ellos y tampoco me exalto, pero esto que estamos viviendo ya no es normal, las réplicas constantes nos preocupan a todos y las autoridades no nos dicen nada, no nos comentan que hay que vivir en otro lugar o qué debemos hacer”, expresó.

Victórica Guerra Vásquez es abuela de  Elvis, un menor de 8 años de edad y que sufre de ataques epilépticos, su nieto no ha recibido atención médica desde el terremoto y no lo ha podido llevar porque carece de dinero, ni para alimentos, aunado a su discapacidad provocada por la diabetes que la mantiene en silla de ruedas.

“Cada que tiembla mi nieto se pone mal, esto se ha descontrolado, además de que no tenemos dinero, vivimos con la ayuda que nos han dado unas cuantas personas que llegan a entregarnos víveres, a veces no tengo palabras para calmarlo, estamos desconcertados y con miedo”.

Niños del terremoto. Foto: Diana Manzo.

Pintar ahora los relaja, no lo hacen siempre, pero al menos aseguran que así tendrán pruebas de lo que han vivido, porque el temblor fuerte que han sentido les ha inyectado de miedo, de horror, no saben si lo olvidarán algún día cuando sean adultos, sin embargo ahora su mayor anhelo es volver a la normalidad y regresar a clases.

 

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