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Las pruebas que incriminan al marido de Pilar Garrido en el asesinato de la española en México

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Las cámaras de seguridad de Ciudad Victoria, en México, y el teléfono de la propia Pilar Garrido son las dos pruebas que, directamente, vinculan a Jorge Fernández, marido de la valenciana afincada en aquel país y a la que se dio por desaparecida el pasado 2 de julio en el estado mexicano de Tamaulipas, con su asesinato.

El coche de Fernández, profesor de Criminología en la Universidad de Tamaulipas detenido la noche del martes (hora española) como sospechoso de la muerte de Garrido y en prisión provisional «como medida cautelar», fue grabado por cámaras de seguridad cuando entraba en Ciudad Victoria y la hora registrada son las nueve de la noche.

Este hecho desbarata la versión del mexicano sobre aquella tarde en la que su esposa fue, según afirmó él entonces, secuestrada por dos hombres que portaban armas largas en mitad de una carretera.

A tenor de su testimonio de aquel momento, el rapto se produjo alrededor de las 17:30 horas y, según sus propias palabras, él se dirigió inmediatamente hasta Ciudad Victoria. Desde Tamaulipas hasta allí hay 150 kilómetros y los investigadores estiman que, como máximo, se tardan dos horas en recorrerlos.

Fernández, que no presentó denuncia por la desaparición de su mujer hasta el día siguiente, 3 de julio, expuso entonces que había sido un secuestro rápido, que los asaltantes pidieron a Pilar que se bajara del coche, la introdujeron en otro vehículo y se fugaron en dirección a la localidad de Soto de la Marina.

Según el relato de Fernández a la Policía Federal de México, no puso la denuncia nada más llegar a Ciudad Victoria porque su hijo estaba cansado y la comisaría estaba cerrada.

Cuando finalmente acude a dependencias policiales, el mexicano explica que, durante el trayecto, en algunos tramos llegó a circular a 140 kilómetros por hora, pero que redujo a la velocidad a 80 porque su hijo estaba consigo en el coche.

Sobre estas declaraciones, los investigadores aducen que «la carretera por la que circuló Fernández es buena y que, aquel día, no hubo tráfico». «Debería haber llegado antes de las nueve de la noche, por lo menos 45 minutos antes», matizan.

Además de todo lo anterior, «la Fiscalía de Tamaulipas cuenta con pruebas de geolocalización contundentes» proporcionadas por el teléfono de la propia Garrido, según ha reconocido a EL MUNDO Irving Barrios, procurador de Tamaulipas y encargado de gestionar la investigación, aunque este dato no será oficialmente público hasta que comience el juicio.

El móvil de Garrido, el que los presuntos secuestradores no se llevaron cuando la raptaron, se sitúa en el mismo lugar donde se hallaron sus restos y a una hora en la que, según el relato de Fernández, el rapto ya se había producido y él conducía en dirección a Ciudad Victoria junto al hijo común.

El mexicano apagó su teléfono pero no el de su mujer, hecho que, para la investigación, ratifica que Fernández no estaba en el lugar que declaró en un principio sino, precisamente, en el lugar donde, al cabo, se hallaron los huesos de Pilar.

La osamenta, hallada el 27 de julio en una zona entre Soto de la Marina y Ciudad Victoria, se encontró, precisamente, porque los agentes de la Policía Federal ya dudaban del relato de Fernández y decidieron rastrear justo en la dirección contraria a la que, según el mexicano, habían tomado los raptores cuando tomaron como rehén a Pilar.

«Él dijo que los secuestradores huyeron camino de Soto de la Marina y los investigadores sospecharon y decidieron ir en la dirección opuesta, donde encontraron no sólo los huesos de Pilar sino también su ropa», detallan a este diario fuentes de la investigación.

La forma en que fue asesinada también supone un indicio, según el Ministerio Público mexicano. «Primero hubo un golpe en la nariz, luego en el occipital y, finalmente, es estrangulada. Así no opera el crimen organizado ni tampoco personas que llevan armas largas, como testificó el esposo», señala al respecto Barrios. Los forenses determinaron que Garrido murió estrangulada, que en efecto fue golpeada en la nariz y el cráneo y que su muerte se había producido prácticamente a la misma hora en la que, según el relato de su marido, se producía el secuestro.

Además, según las fuentes consultadas por este periódico, en el maletero del coche del matrimonio se hallaron restos de sangre, aunque éste último dato no ha sido confirmado aún por la Fiscalía de Tamaulipas. «Es verdad que se practicaron pruebas de luminol para hallar rastros de sangre y que se encontraron algunos destellos, pero se mandaron a laboratorio y nos dijeron que no era sangre», sostienen desde la Fiscalía.

De ser cierta la versión que aporta la Fiscalía, entonces el asesinato de Garrido podría haber sucedido fuera del vehículo familiar puesto que un fuerte golpe en el cráneo y una nariz rota hubieran provocado grandes cantidades de sangre que, de seguro, habrían dejado restos en el coche. Todas estas posibilidades están, por el momento, investigándose.

Otros indicio contundente, según el Ministerio Público, es que Fernández es docente de Criminología y podría haber intentado aplicar sus conocimientos al respecto para fabricarse una coartada. «Él primero denuncia por secuestro, sin robo, porque sabe cuales son los protocolos de actuación tras un secuestro, que durante siete días se limitan las investigaciones. Esto lo hizo intencionalmente para controlar el proceso. El hecho de sus amplios conocimientos ha sido definitivo», confirman fuentes de la investigación.

Además, Fernández tuvo tiempo de lavar su coche. El fiscal lo aclara: «Lo lavó tras poner la denuncia. A nosotros nos pareció muy extraño y cuando le reclamamos que trajera el vehículo para inspeccionarlo y le preguntamos por qué lo había lavado nos dijo que porque estaba muy sucio».

Y los investigadores confirman que sospecharon del marido de Pilar desde el principio, y en él centraron sus investigaciones pese a tener otras líneas abiertas. Es más, el entorno del matrimonio, a preguntas de la investigación, afirmó que la relación entre ellos no era buena y algunos de los amigos de la española en México llegaron a pedir, directamente, que se investigara a Fernández.

Al no haber petición de rescate, el cerco sobre el mexicano se fue cerrando rápidamente, aunque éste llegó a pedir que se difundiera el retrato robot de uno de los secuestradores. La Fiscalía no quiso que éste se hiciera público pero la familia insistió. El retrato coincidía con un menor fugado de un centro de reclusión juvenil y los investigadores decidieron descartar la hipótesis.

Finalmente, ante todos los indicios, la Fiscalía, que defendió reiteradamente la inocencia de Fernández, decidió finalmente detenerle. «Él era una víctima, no podíamos hacer otra cosa que defenderle hasta tener algo atado. En cuanto lo tuvimos, dimos la orden de aprehensión para que no se produjera una fuga. A juicio de la Fiscalía se puede establecer con claridad su responsabilidad», concluye el investigador Barrios.

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