Eduardo Contreras
TUXTEPEC.- Los campos, terrenos baldíos y los patios de diversas viviendas, principalmente en comunidades rurales e indígenas, se encuentran pintados de amarillo y purpura, colores que otorgan el cempasúchil y el moco pavo, flores que desprenden aromas inconfundibles, únicos, que anuncian la llegada de los “Fieles Difuntos”.
En pueblos indígenas, como es San José Chiltepec, desde el mes de julio, las personas se han preparado; en un espacio de terreno o áreas baldías, realizaron limpieza para regar las semillas de moco pavo y cempasúchil, para que en estas fechas la planta de flores y el día 31 de octubre, se corten para adornar los altares.
Desde octubre, también comienzan con la molienda del cacao para la elaboración del chocolate artesanal, lo mismo se hace con todos los ingredientes para hacer la pasta del mole, típico platillo de la región hecho a base de galletas, cacahuate, chiles, plátano, panela, ajonjolí entre otros elementos que componen este suculento manjar.
Es una fiesta que tiene su momento cúspide los días uno y dos de noviembre, pero cuyo preparativo dura prácticamente todo el año.
Días antes, las familias acuden a las faldas del cerro o en las áreas verdes, para conseguir las palmas de tepejilote y las de “chicalito”, una especie de palma con espinas, que es más utilizado porque no se marchita pronto y brilla, para realizar los arcos para adornar el altar.
La gente continúa con sus creencias; que sus muertos llegan, que el día 31 a la media noche, al inicio del día primero de noviembre todo debe estar listo, los pollos, los guajolotes y las gallinas para los tradicionales platillos.
De acuerdo con familias consultadas en el lugar, para el día 31 de octubre, el primer platillo que se elabora y consumen es el “molito de masa”, elaborado con todas las menudencias de los animales ocupados para los platillos principales que se colocarán como ofrenda para los difuntos.
Ya durante el día primero de noviembre, deben estar listos el mole de pollo o guajolote, los tamales con esos mismos ingredientes, además del tradicional “siete cueros” o tamales de frijol. Todo lo que solía comer el difunto. Productos que también se ofrecen a los visitantes.
En los altares de muertos, no faltan los platillos autóctonos como el popo, el tamal, el pìlte, los tepejilotes, la yuca, la calabaza así como animales silvestres que se cazan en el monte, como el conejo o la iguana para hacerlos en adobo.
En Chiltepec, para los habitantes y principalmente los mayores, es una costumbre todavía muy arraigada, y sucede así porque es el primer pueblo Chinanteco cerca de Tuxtepec, como lo definen sus pobladores, es “La ventana de la Chinantla”, porque la puerta, es San Felipe Usila.
De acuerdo con pobladores del lugar, Día de Muertos es una actividad todavía religiosa, ceremoniosa y respeto a lo representativo prehispánico, porque pese a que la iglesia, con la llegada de los españoles, cambió el rito para celebrar a Todos los santos, la comunidad permanece con la costumbre de venerar a sus muertos.
