Los sin nombre

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Eduardo Bautista

Oaxaca, (pagina3.mx).- El silencio y la indiferencia ante las desapariciones forzadas, de los crímenes, de las impunidades, marcan la ruta del olvido; el destino de ese camino es acostumbrarse a la violencia, a la normalidad del crimen, bajo la idea de que “las cosas son así” y “no se puede hacer nada”.

¿Quiénes son todos aquellos cuyos cuerpos han aparecido tras la tragedia de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa? ¿quiénes son aquellos que han sido encontrados en otros momentos y en otros lugares, a lo largo y ancho de nuestra intrincada geografía? ¿cuántos son? ¿de dónde venían? ¿a qué aspiraban? ¿quiénes los desaparecieron? ¿quiénes lo permitieron?

No podemos decir que sus vidas no valían la pena, o que no tiene sentido mencionarlos ni recordarlos porque eran menos humanos, que no tenían derecho a tener derechos. Uno de los principios humanitarios es insistir que no hay vidas más importantes que otras, que no hay más humanidad en unos y menos en otros.

Si hay que hacer la defensa del estado de derecho, de la legalidad, de acuerdo, pero ¿en dónde estaba ese estado cuando desaparecieron? ¿en dónde está ahora para darles nombre, para impartir justicia, para aplicar la ley?. Y si el estado de derecho está en algún lado, habría que preguntar en dónde para ir a buscarlo, para tocar sus puertas, para exigir que identifique a los y las sin nombre y se les haga justicia.

No podemos cerras ojos ni oídos al clamor de sus familiares, de sus amigos, de sus comunidades. Muchos clamores se han ido extinguiendo con el pasar de los años; seguramente hay ojos que se han marchitado de llorar, del desconsuelo de esperar en solitario, de no alcanzar siquiera la paz de los cementerios.

Tal vez para muchos más la violencia y la desaparición forzada puedan resultar normales. Es amargo el tema y las buenas conciencias prefieren hablar de otras cosas. Los sin nombre ya no están, no existieron, a muchos ya ni siquiera los reclaman, ya no los piensan, ya no los recuerdan; valían lo que traían en los bolsillos, fuera de eso, a nadie le importaban.

El juicio sumario puede llevar la tentación de decir que eran criminales, que se lo merecían. Tal vez muchos eran migrantes, sin papeles, otros más mexicanos, indígenas, niños, muchas mujeres, niñas porque el feminicidio también debe enunciarse como un agravio de condición de género. ¿qué han tenido en común la mayoría de las víctimas? ser pobres y como pobres, en nuestro pretendido estado de derecho, no tienen derecho a la identidad, no tienen derecho a tener derechos ¿qué legalidad es ésta? ¿qué ética impera?

La tragedia también debe traer vientos de cambio para insistir con el ¡Ya basta! Tenemos que hacer una nueva pedagogía colectiva para rechazar la violencia en todas sus formas, de hablar mucho de lo que ocurre, de romper silencios, de hacer cultura con todos quienes no son nombrados, de combatir la anestesia mediática que invisibiliza, que normaliza, que criminaliza a los pobres, que pretende mostrar que en el país de las buenas conciencias “no pasa nada”.

No podemos acostumbrarnos a esta barbarie, no podemos aceptar más víctimas de los lobos que se asoman tras las grietas del estado y la rapacidad del dinero, de las alianzas facciosas de los poderes políticos y económicos, de la criminalidad rampante en territorios del estado. La violencia y la desestabilización vienen de ellos.

El silencio, la indiferencia y el olvido también son condiciones para que sigan ocurriendo horrores, para favorecer la impunidad, la falta de legalidad y de justicia. No nombrar es olvidar.

Por el contrario, nombrar, identificar, recordar a quienes han desaparecido, en solidaridad con sus familias, con los padres, con los hijos, con los hermanos, con sus comunidades, puede ser el faro para ir construyendo una ruta que lleve a un país distinto, un país mejor para todas y todos.

Es importante hacer memoria de todas y todos los desaparecidos en los distintos lugares de nuestra lastimada humanidad. No puede existir la reconciliación y la paz sin la justicia y sin la ley; no puede existir la reconciliación y la paz sin un estado de derecho igual para todos; en donde no exista más una legalidad selectiva, para los ricos una, para las pobres otra.

Investigador del IISUABJO

sociologouam@yahoo.com.mx

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