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Por cada marcha en la calle, yo doy a México un nuevo músico

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ELISA RUIZ HERNÁNDEZ

SAN JUAN DEL RÍO, Oax. (sucedioenoaxaca.com).- Cansado pero satisfecho. Inconforme por la situación violenta y corrompida que vive nuestro país, pero a la vez se dice orgulloso y amante de su patria. “Por por cada uno de los 43 jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa, yo le daré a México 10 jóvenes analíticos y propositivos. Esta es mi manera de decirle a Oaxaca y a México, te amo”, sostiene Nathanael Lorenzo Hernández, director del Instituto Intercultural Calmécac.

Al realizar un balance de 2014, con vistas a los nuevos proyectos para 2015, el flautista y director musical que está inyectando sangre nueva a las bandas de música del estado, desde la comunidad de San Juan del Río, Tlcolula, subraya que no solamente forma músicos, sino sobre todo seres humanos plenos, modernos, y buenos ciudadanos.

“Por cada marcha en las calles, yo le doy a México un nuevo ciudadano con visión y planteamientos claros. Por cada hombre despojado de sus tierras por trasnacionales mineras, yo le doy a Oaxaca una ciudadana con capacidades analíticas y propositivas”, enfatiza.

“Me llena de alegría saber que 2014 fue un año de éxitos: dos materiales discográficos, homenajes a maestros serranos, una nueva generación de niños y jóvenes músicos, conciertos en comunidades, entrevistas en radio, televisión y periódicos, más maestros uniéndose al proyecto, padres de familia confiándonos la educación de sus hijos, más patrocinadores y más proyectos cumplidos”, es su balance.

Y ésta es su apuesta para 2015: “Por cada violación a los derechos de los pueblos nativos, yo le obsequiaré a México cinco niños y jóvenes con objetivos claros. Y como un homenaje a las familias heridas de Ayotzinapa, por cada uno de los 43 jóvenes desaparecidos, yo le daré a México 10 jóvenes analíticos, propositivos, filósofos, economistas, literatos, expertos en mecatrónica, en tecnología y mercados internacionales”.

Desde niño Nathanael Lorenzo Hernández comprendió que lo suyo era la música, pero no sabía cuál era su lugar en el mundo, ni el sitio en donde su trabajo iba a florecer. Lo que sí adoptó desde muy joven como su línea de vida fue una sola palabra: Excelencia.

Nacido en 1984 entre las montañas de la zona chotal de Oaxaca, en Nejapa de Madero, trae en la sangre genes de chamanes por el lado materno, y de forjadores de hierro del lado paterno. Ambos amantes de la música tradicional mexicana.

Empezó sus estudios musicales en la banda de su pueblo. A los doce años emigró a la sierra mixe, a Santa Mara Tlahuitoltepec, para estudiar en el Centro de Capacitación Musical y Desarrollo de la Cultura Mixe (CECAM) donde aprendió a tocar la flauta.

Pero sintió que aquél no era su sitio y volvió a emigrar. Se fue a la Ciudad de México donde perfeccionó este instrumento con el flautista más afamado del país: Horacio Franco.

Tampoco la gran urbe era su sitio y optó por retornar a Oaxaca Se hizo de un puesto como flautista en la Orquesta Sinfónica de Oaxaca donde permaneció tres años, pero tampoco era lo suyo.

Lo suyo, lo suyo, sostiene convencido, es la música vernácula, la música popular, la que oyó desde el vientre materno, la que resuena entre las montañas: la de las bandas de aliento.

Así fue como empezó su viaje por los pueblos de la sierra buscando su lugar. Con el proyecto para fundar una escuela de música llegó a san Carlos Yautepec, una zona donde la influencia del la siembra y tráfico de enervantes es algo muy familiar para niños y adultos.

Aquí sembraremos una banda de música, se dijo, y empezó a trabajar. Formó la banda de música pero la comunidad no se comprometía con la misma, y prefirió probar en otra localidad cercana, se fue a El Camarón.

Tampoco encontró el eco esperado y decidió retornar a la tierra natal: Nejapa de Madero. Pero ahí ya había quemado las naves con anterioridad y tampoco sintió que fuera el lugar que andaba buscando para establecerse. Volvió a partir.

Se fue a San José de las Flores, a Soledad Salinas y a San Pedro Quiatoni. En cada sitio formó una escuela y una banda de música, pero su espíritu no se sentía pleno en ninguno de esos lugares.

Por fin, un día de 2013, encontró su sitio: San Juan del Río, un pueblo con casas distribuidas en las laderas de los cerros que conforman un cono, en cuyo fondo camina un río transparente y apacible.

Aquí fundó, con el apoyo de padres de familia, autoridades y profesores, una pequeña escuela que crece y se proyecta al mundo aceleradamente, dado su liderazgo y buen cobijo por parte de la comunidad.

Cerquita del río

En San Juan han sido muy generosos conmigo; me recibieron como un hijo. Venía lastimado de un viaje de más de 15 años por muchos lugares. No me dejaron trabajar hasta que me llevaron con la curandera del pueblo. Me ofrecieron tres casas para vivir. Llegué sin absolutamente nada; hoy no gano administrar todo lo que me dan.

San Juan tiene una cualidad: su gente tiene un exceso de amor por sí mismo. No te miento, he recorrido más de 500 pueblos de Oaxaca y creo que este el sitio donde necesito estar para hacer realidad todos mis planes.

A raíz nuestra historia de conquistados hay veces que mis paisanos están a la defensiva, desconfían. En algunas comunidades no comprendían por qué es necesario que los niños que estudian música vean películas, o que vengan a dar conferencias diferentes personas. Tal vez por mi inexperiencia yo no les podía explicar…

Una semilla que germinó pronto

El Instituto Cultural Calmécac ha desarrollado fuerte en tan solo un año. Hemos grabado dos discos, hemos sido invitados a tocar en varias ciudades del país, y también nos invitaron a Estados Unidos pero no pudimos reunir lo necesario para acudir. El próximo año será…

San Juan del Río es la sede principal del Instituto pero ya estamos pensando en abrir más sedes en otras regiones. Quiero que los chavos se especialicen. A futuro veo una escuela superior con maestría y doctorado para músicos tradicionales, para los que se quedan en sus comunidades.

Me gustaría que los alumnos salgan a estudiar a otras partes de la república, y los que se queden tengan maestros que los ayuden a crecer. En mi caso recuerdo que mi primera composición la hice a los doce años, la llevé a la banda de la comunidad y el maestro del pueblo me dijo que no servía.

Algo parecido me pasó en el Cecam. Llegué a tirar mis composiciones de ese tiempo porque no había quién me orientara. Ahora tengo un promedio de 90 composiciones.

Soy un artista que no piensa crecer bajo la sombra de alguien más. Llevo nueve años investigando sobre la música tradicional. Sé lo que estoy haciendo y soy un profesional que puedo dar clases en una escuela bien construida o debajo de un mangal.

Calenda, mezcal y son

Sé que la música de Oaxaca está en sus calendas, y en sus maestros y directores de las bandas de nuestros pueblos. Tenemos a grandes exponentes como el maestro Teodoro Martínez de Santa Catarina Albarradas; Andrés Reyes José de Ocotepec; Tomás Vargas Gris de Alotepec. La música de Oaxaac está con los chileneros de la costa. La música de Oaxaca no está Bellas Artes ni en el Cecam. Hay más de 80 mil músicos en Oaxaca.

A las cosas se les llama por su nombre y nuestro sistema musical está muy mal. Conozco bien lo que está ocurriendo entre las bandas de música de los pueblos de Oaxaca. No podemos negar que hay alcoholismo infantil, que son bandas machistas que siguen excluyendo a mujeres.

Yo no formo músicos, sino seres humanos analíticos, propositivos. Tal vez no todos mis alumnos se van a dedicar a la música, pero sí van a ser ciudadanos que no harán las cosas a medias. En el Instituto Cultural Calmécac les estamos cambiando la vida a nuestros alumnos.

En un año hemos formado 30 músicos y hemos grabado dos discos: Gilberto Baltazar al extremo, y Calenda, mezcal y son, éste último grabado en vivo en el teatro Macedonio Alcalá con la flautista Yadira Guevara, y con las voces de Tania Chan y Rodrigo Pereyra.

Tenemos invitaciones para ir a tocar a Caracas, Venezuela y La Habana, Cuba, en 2015. El sistema de trabajo musical de Venezuela es un ejemplo para nosotros. Ellos trabajaron para cambiar su país, no a ver qué iban a ganar.

México tiene dinero para construir escuelas de música, edificios, pero si no lo hay no tenemos problema para trabajar. Sólo se necesita un deseo genuino para trabajar con las comunidades. Quien quiera ser músico que se vaya a lidiar con los niños mal alimentados, hijos de alcohólicos, de las bandas municipales.

Yo no me iría de Oaxaca, amo a mis pueblos. Nos quiero heredar mediocridad. Iré a donde tenga que ir a investigar, a prepararme, a buscar apoyos para el desarrollo del Instituto, pero voy a regresar a mi comunidad.

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