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“Domingo de Ramos” …el encuentro de la vida y la muerte de los zapotecas

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Diana MANZO/Corresponsal

JUCHITÁN, OAX., (pagina3.mx).- Más de cinco mil almas vivientes, sin importar condición social económica ni política, se concentran año con año en el panteón “Domingo de Ramos” en esta ciudad; es un encuentro de los zapotecas con sus familiares difuntos.

Para los juchitecos, el “Domingo de Ramos” significa el comienzo de la Semana Mayor, pero lo hacen de una forma peculiar: encontrándose con sus familiares fallecidos con quienes comparten comida, bebida, flores, velas y música.

Limpar las tumbas, primer paso. Foto: Diana Manzo/pagina3.mx
Limpar las tumbas, primer paso. Foto: Diana Manzo/pagina3.mx

El ritual comienza desde el inicio de la Cuaresma, con la limpieza, pinta y compostura de las sepulturas, pero se va reafirmando conforme la fecha se acerca, y en las primeras horas del Domingo de Ramos, familias enteras se reúnen.

Los olores de las flores típicas de los zapotecas inundan el panteón al ser colocadas en las sepulturas. Las flores van desde coyol, cordoncillo, flor del río hasta las más costosas como lirios importados, girasoles y tulipanes holandeses.

Familias de escritores, músicos, trovadores, políticos reconocidos de Juchitán, pescadores, artesanos, campesinos, amas de casa y menores de edad entrelazan miradas al caminar por los conglomerados pasillos del camposanto, mientras que las voces de hombres y mujeres comerciantes incitan a degustar la comida típica, principalmente los tamales de iguana.

Este rito a la muerte que se hace en el “Domingo de Ramos” es una muestra de la fe católica que se entrelaza con las costumbres milenarias de los indígenas zapotecas, quienes nunca abandonan a las almas, aún después de su partida.

Honrando a sus muertos. Foto: Diana Manzo/pagina3.mx
Honrando a sus muertos. Foto: Diana Manzo/pagina3.mx

A diferencia de otras culturas del estado de Oaxaca, los pueblos zapotecas comparten con la muerte, la celebran, le hacen fiesta, porque la consideran un simple paso de lo mundano a la eternidad, que no meramente desaparece después de estar bajo tierra.

Francisca López Rasgado, mujer zapoteca  de 75 años de edad, desde hace tres décadas no ha dejado de visitar la tumba de su esposo, ella y sus hijos una vez que comienza el “miércoles de ceniza” inician todos los preparativos en espera del Domingo de Ramos.

“La Semana Santa es sagrada para nosotros, mis hijos ya saben que comienza la limpieza de la tumba de su padre para que esté lista el “Domingo de Ramos”, los cuarenta días han pasado muy rápido y ya estamos listos para compartir con mi esposo, quien murió hace 33 años. Le traemos flores, le cantamos sus canciones preferidas y disfrutamos en familia su ausencia, porque sabemos que no regresará pero que está vivo entre nosotros”, narró.

Francisca, al igual que Florencia, otra mujer que apenas cumplió un año de viuda en febrero pasado, ambas acordaron cuidar la vela de sus esposos durante todo el “Domingo de Ramos”, y disfrutaron de la música tradicional, de los antojitos, de los dulces y bebidas típicas.

“Antes que mi esposo falleciera, visitaba la tumba de mi mamá, y cuando era pequeña lo hacía en la de mi abuela. Esta tradición de visitar el panteón Domingo de Ramos no debe dejar de hacerse, ahora las otras religiones han tenido mucho que ver; sin embargo, es muy bello recordar nuestras tradiciones y que nuestros hijos lo hereden, porque es triste observar tumbas sin flores y veladoras, donde pareciera que no hay familia ni descendencia”, expresó Florencia Antonio Gómez.

Para el historiador juchiteco Tomás Chiñas Santiago, la celebración del Domingo de Ramos significa que los vivos visitan los sepulcros de sus seres queridos para convivir con su espíritu, con la misma fe que otros pueblos de México lo hacen en la temporada de Todosantos, xandu’ o biguie.

Resaltó que el Domingo de Ramos es una fecha es de sentimientos encontrados, lo mismo se canta y se llora, de alegría y de tristeza, pero se consuelan ante la esperanza del reencuentro en la eternidad.

“Es una celebración muy singular, el festejo llega a tal magnitud que congrega a casi toda la población, que disfruta de los dulces y la gastronomía regional, la música y demás entretenimientos, aunque aquí la modernidad ha trastocado algunas prácticas tradicionales, contaminando la festividad, no se ha perdido del todo el encuentro de los vivos con los muertos”, concluyó.

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