Por Everardo R. Bohórquez y Cuevas
pagina3.mx
Contra su costumbre de expresarse a gritos con los que rompía cuanto vidrio se atravesaba al paso de su voz, Oscar Matzerath, con El Tambor de Hojalata a su lado, ese instrumento de batalla, esa arma de guerra contra el mundo de los adultos que desprecia, que odia, este ser deforme por su monstruosidad de enano maléfico, llora abundantemente porque su padre, su creador literario, Gunter Gras ha muerto.
Víctima de su tabaquismo el gran escritor alemán de 870 años, murió este lunes 13 de abril, dejando un gran hueco difícil de llenar en la literatura alemana, europea y mundial; ese hombre que luego de la fama que le dieran las múltiples obras literarias, de poesía y de dibujos, enfrentó con gran estoicismo, la tormenta delos que le condenaban por haber sido miembro de las SS nazis, durante su juventud, mismo ¿pecado? que cometieron los jóvenes de su época, cuando el Tercer Reich comandado por Adolf Hitler, prometía al pueblo alemán la supremacía mundial dela raza aria.
En ese linchamiento colectivo hecho sin ningún respeto a su condición de Premio Nobel de Literatura, de galardonado con el Príncipe de Asturias, ambos en 1999, fue por el sionismo internacional en guerra permanente contra los fantasmas ejecutores del exterminio de los judíos desde antes y durante la Segunda Guerra Mundial. A Gunter no le perdonaron su participación dentro de las milicias hitlerianas, ni se la perdonarán jamás, al contrario de lo que pasó con José Ratzinger, entronizado como Benedicto XVI, el primer papa hoy en retiro desde hace muchas centenas de años. Ratzinger dejó de ser el blanco favorito de la prensa judía porque así convenía a los intereses del Estado Israelí.
Gunter fue defenestrado y declarado “non grato” por Israel luego de haber publicado su poema “Lo que hay que decir”, cuyo tema trata sobre el poderosísimo arsenal nuclear que posee el Estado Judío, armas de las que el escritor advierte como real y gran peligro para la paz mundial.
Sobre la relación de su madre, Oscar se refiere a Matzerath su padre natural y a Jan Bronzki, su padre adoptivo “… los dos señores tan distintos entre sí, simpatizaron…” señala el personaje de esta singular novela en parte de su larga autobiografía debida a la pluma de Gunter. El autor dotaría a Oscar de un tambor de hojalata, con el que el personaje haría la vida imposible a los que lo rodeaban porque para pedir, para exigir atención, alimento, bienestar y hasta sexo, usaba desde la sordina hasta la exasperación retumbante, ese instrumento. El tamborilero nunca pasó en edad física y estatura más allá de los tres años de edad porque él así lo determinó.
Por medio del tambor, Oscar quería tener una legión de tamborileros bajo su mando, cosa que no consiguió y en su anhelo por conseguir seguidores, un día se encarama en un altar para poner en manos de una de las figuras de yeso representando a Jesús niño, el famoso instrumento, pero al notar que esa imagen no tocaba, asciende nueva y atropelladamente para quitarle el tambor al Jesús de yeso, rompiendo a su paso cuanto pisaba. Se desata el escándalo en aquel templo y la madre tiene que pagar los destrozos.
Grass retrata en esta novela los sufrimientos de los vencidos ante el poderío que desatan las humillaciones en contra del pueblo alemán por parte de estadounidenses, ingleses, rusos, en suma de los ejércitos aliados. Desgrana el literato las diversas etapas por las que pasaron lo derrotados y cuya percepción se mantiene en el cine de propaganda ideológica, principalmente yanqui, pues a la fecha los nazis que aparecen en los filmes donde triunfan los supermanes estadounidenses, los soldados alemanes son pintados como idiotas o descerebrados.
En los encuentros amorosos de Oscar logrados por engaños, las féminas lastimadas no dudan en llamar a ese ser deforme como “… puerco condenado, enano venenoso, gnomo loco que había que hacer picadillo…”.
Oscar, a lo largo de la novela, remonta episodios escandalosos de su vida y por fin llega a ser un hombre con dinero y proporciona fondos suficientes para que su amada María ponga un próspero negocio de abarrotes al tiempo que él ha adquirido la costumbre de encerrarse en los armarios a pensar. Eso sí Oscar tampoco ha dejado de tocar el tambor a lo largo de sus 30 años, a pesar de que también pasa periodo de internamiento en sitios de salud mental acusado de varios delitos, mismos que por su condición cumple ahí. “… hago de mi tambor más de lo que representa: lo convierto en símbolo y fundo una secta, un partido o, cuando menos, una logia”, dice.
Y luego relata: “… y todo el vidrio roto con la voz, vidrio transparente, vidrio fino como el aliento…” Pero en esa alma de niño enano jorobado motu proprio, siempre lo perseguiría la sombra de su némesis: la Bruja Negra. Y así termina su relato:
Negra, la Bruja negra estuvo siempre detrás de mí,/ Ahora también se me aparece por delante ¡negra!/ Vuelve al revés el manto y la palabra ¡negra!/ me pagan con dinero negro ¡negra!/ Mientras los niños cantan y no cantan:/ ¿Está la Bruja negra ahí? ¡Sí, sí, sí!
Se apaga para desgracia de la literatura universal la vida de ese gran escritor y pensador alemán, quien nos hizo conocer la historia de los vencidos, de los que salieron del hoyo gracias a su disciplina como pueblo, como nación; de los inteligentes habitantes de la parte norte de Europa: los alemanes, quienes siguen trabajando para ocupar el lugar que se han ganado como protagonistas de la historia. Descanse en paz y viva por siempre en la lectura de sus libros Gunter Grass.
POSDATA: También este 13 de abril infausto, murió el gran escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien realizó su obra en función de su pensamiento socialistas y democrático, como lo ponen de manifiesto en su libro Las venas abiertas de América Latina. Ya hablaremos de él.
(eramboc18@gmail.com)
