Carlos Portillo
MÉXICO, DF.- Conforme se acerca el día de las elecciones en México, cada vez parece resonar con más fuerza la opción del “voto nulo” como una forma de mostrar la pérdida de credibilidad que sufre el sistema político y electoral mexicanos.
Esta propuesta se ha difundido en las calles y las redes sociales desde hace varias semanas, con la intención simbólica de “castigar” al gobierno y sus instituciones, frente a la crisis social y económica por la que atraviesa el país.
Además, se trata de una presunta respuesta ante el cinismo de algunos partidos políticos al presentar candidatos inverosímiles, quienes no cuentan con preparación ni están inmersos en la dinámica política mexicana; por el contrario, son figuras mediáticas con propuestas generales y ambiguas, al estilo de “Me la voy a jugar por…”.
Carmen Salinas, actual candidata a diputada plurinominal por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) comentó en un video difundido por la Secretaría de Comunicación Institucional del tricolor: “Es una nueva experiencia, como si hubiera llegado a mi vida un nuevo guión que tengo que enseñarme a entenderlo, y que trataré de representar de veras con mucho cariño”.
Por su parte, diversos analistas y activistas han advertido que el voto nulo o el abstencionismo, más que ser un castigo político, implicarían regalarle una vez más el Congreso a Enrique Peña Nieto y al PRI, pues de por sí ya cuentan con, al menos, 9 millones de “votos duros” —comprados o movilizados mediante sindicatos y clientelismo—, además de su bien conocida alianza con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y el Partido Acción Nacional (PAN), sobre todo en el ámbito de las privatizaciones.
Además, ha constado el cinismo del gobierno actual, al que no le afectan este tipo de actos simbólicos, como son las marchas por Ayotzinapa, los escándalos de corrupción como el de las casas de Grupo Higa, los ataques y cuestionamientos de la prensa internacional, o la protesta y falta de credibilidad que representaría el voto nulo, reflejando así una total indiferencia ante la opinión pública.
De esta manera, habría que considerar que más bien se necesita de un “voto práctico” que pueda competir y equilibrar el Congreso, votando por partidos que no vayan a hacer mancuerna con el ‘PRIAN’ y sus aliados —entre los que ya se incluye al Partido de la Revolución Democrática (PRD)—; como son el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), tal vez el Partido del Trabajo (PT) o alguno de los 22 candidatos independientes registrados.
Lo lamentable de esto es que ya no se trata de votar por una convicción ideológica, sino de buscar un “castigo práctico” para bloquear posibles antirreformas como la privatización del agua, entre otras que se le puedan ocurrir a quienes benefician a ciertas empresas nacionales y extranjeras a cambio de alguna mansión u otro regalito.