Everardo R. Bohórquez y Cuevas
MÉXICO, DF.- Aunque la familia Vargas Dulché-De la Parra, insiste en que la empresaria y escritora Yolanda Vargas Dulché es la creadora de uno de los más famosos, quizá el más famoso, personaje de historietas y de la caricatura mexicana, el negrito Memín Pinguín, fue el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, organismo oficial que en 2013 determinó que ese personaje y sus características pertenecían al dibujante Sixto Valencia Hoyos.
Valencia es considerado como el verdadero padre de Memín, el personaje más entrañable de la literatura picaresca mexicana, porque fue quien le dio forma e imagen a la criatura que conquistó el corazón de los niños mexicanos y por extensión los de de las familias de este país, que martes a martes, a partir de 1962, esperaban con expectativa cada nuevo número de Las Aventuras de Memín Pinguín –llegó a escribirse con diéresis sobre la “u” de Pinguín—hasta agotar semanalmente el millón y medio de ejemplares del tiraje de esa historieta.
Su progenitor y dibujante el hidalguense nacido en Tezontepec el 28 de marzo de 1934, dio forma a la imagen más conocida de los “cuentitos” mexicanos sobre la aventuras de este simpático pilluelo y de sus tres amigos Carlangas y Ernestillo –de clase humilde igual que el negrito–, a quienes acompañaba el “riquillo” Ricardo, quien descendía de su alta posición social para nivelarse con sus compañeros del tercer año de la primaria.
Pero el entrañable personaje que era la inspiración, el amor y el correctivo del negrito, su Ma’Linda, la negra Eufrosina, quien lavaba ropa ajena para sobrevivir, haciendo enormes esfuerzos por hacer rendir el gasto de su magra economía, para dar de comer, vestir y poder mandar a la escuela a su hijo, quien no siempre era muy obediente y por ello recibía como castigo a sus travesuras, unas buenas palizas dadas por su progenitora con un palo en cuya punta sobresalía un clavo.
Los De la Parra-Vargas Dulché hicieron una gran fortuna con la historieta de Memín, a las que se añadieron los éxitos esos sí, ni duda cabe, escritos por Yolanda, de los personajes e historietas que aparecían en en la revista Lágrimas, Risas y Amor, que les produjeron pingües ganancias durante muchos años, pero la ambición y acumulación de esa riqueza produjeron, al fin, que Guillermo De la Parra fuera a parar al bote durante bastante tiempo, acusado de evasión fiscal, delito que sólo pudieron los empresarios editoriales, purgar con la cárcel de Guillermo y el pago de fuertes sumas de multas y recargos.
Sixto Valencia, como todos los dibujantes que sirvieron a las grandes editoriales de ese tipo de publicaciones, sólo recibían migajas de las multimillonarias ganancias producidas, lo que se debe de considerar como ejemplo de la explotación del capitalismo sobre el obrero intelectual. En fin.
Como haya sido, las familias mexicanas fueron marcadas e influidas por los desatinos y desventuras de Memín durante muchos años, cuando sólo existían entretenimientos y diversiones proporcionados por la radio y, después, por la aparición de la televisión nacional, cuya programación siempre manipuló y quedo al arbitrio del monopolio radio-televisivo de la familia Azcárraga Milmo.
Coincide la época de la historieta con la de los gobiernos priistas de Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz Bolaños Cacho, Luis Echeverría Álvarez a quien todavía alcanzó el desarrollo estabilizador en la economía nacional, pero ya por los años setenta el peso comenzó a sufrir los embates de la oferta y la demanda en los mercados cambiarios, cuando de la noche a la mañana, el peso mexicano pasó de su cotización de 12.50 a los 16 pesos por cada dólar estadounidense y así hasta el infinito, a pesar que durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, la moneda nacional perdió tres ceros, por lo que en actualidad cada peso vale ahora la estratosférica cifra de 15 mil 700 y tantos pesos de los de antes.
Pero dejemos esas tareas a los economistas que evalúen el resultado de los malos manejos de las finanzas nacionales y volvamos a nuestra historieta que se epiloga ahora con la muerte de Sixto Valencia Hoyos, este 23 de abril de 2015, dejando un gran vació en el panorama del dibujo y de la caricatura nacionales; vacío en aquel aguerrido grupo de valiosos dibujantes y cuentistas injustamente olvidados ahora, para dar paso al vasallaje que se le rinde actualmente a la avalancha incontenible de los llamados cómics estadounidenses, cuyos argumentos privilegian el modo de pensar del sistema capitalista de Estados Unidos y de las grandes multinacionales y potencias económicas a los que nos vemos uncidos dentro de la economía mundial.
Añoranzas de los que vivimos y crecimos con la lectura de los monitos y cuentitos mexicanos, que si bien nos distraían muchas veces de nuestras tareas escolares, casi nunca fueron fuente de malos ejemplos para nuestro comportamiento, pues los héroes de esos cuentos eran nuestros ciento por ciento y no imitaban modelos ajenos importados de otras formas de vida extranacionales.
Y como extrañamos el trato afectuoso y cariñoso que a todos y a cada unos de los lectores de Memín Pinguín, nos trasmitía el comportamiento del personaje y de su Ma’Linda, retrotayéndonos a nuestros propios vivencias.
Como yo que añoro a mi madre Celia, quien se fue para siempre el 2 de mayo de 1982, hace 33 años para dejarme viviendo para siempre en la orfandad, lo que me hace recordar al poeta oaxaqueño Patricio Ontiveros cuando dice en los últimos versos de su poema La vaca prieta: “… que haré yo madre/ que te lloro niño/aunque ya tengo blanca la cabeza/ por todas partes sin cesar buscarte”.
GRANDES HISTORIETAS MEXICANAS
Hace poco se cumplió el centenario del natalicio de don Gabriel Vargas, autor de esa historieta extraordinaria: La Familia Burrón, que reflejaba el “modus vivendi-actuandi” de la sociedad mexicana, sobremanera en los estratos sociales más cercanos al lumpen proletariado que a la clase media.
Tampoco debemos olvidar a los grandes creadores de la caricatura nacional en materia de historietas, como Germán Butze autor-creador de Los Supersabios, serie sobre la que corre la conseja que a la llegada a la presidencia de Salinas de Gortari, esos “monitos” fueron sacados de la circulación porque el personaje del sabio loco tenía ciertas características físicas con quien fuera el primer mandatario.
O aquellos personajes mexicanísimos que aparecían en los diarios dominicales como Chicharrín y el Sargento Pistolas, hecha por Guerrero Edwards; Petronila; Don Fulgencio, el hombre que no tuvo infancia; El Sargento Chiricuto; más antes Pepín y Chamaco; Agallón Metralla. Luego vendrían cuentos editados por La Prensa, como El Halcón Negro; Historias de Guerra; Historias de Brujas; Sucesos Inolvidables y Vidas Ejemplares, entre otras.
Historietas como El Charrito de Oro, con sus compañeros Alma y Bizbirindo de donde se tomó el apodo que se le endilgó a ese gran compañero universitario ya finado José Manuel Bueno Sánchez. También hubo series como Kalimán, Alma Grande, Chanoc, etcétera.
Y así tantos otros cuentitos que enriquecieron nuestra cultura y el entretenimiento que tuvimos de niños y que sirvieron de dique frente al incontenible avance delos cómics de manufactura yanqui como Superman, Batman, Los Super Héroes, que buscaban adoctrinarnos para hacer creer en los estadounidense y el Tío Sam, los paladines de la democracia.
Es de justicia mencionar que no todos aquellos cómics eran malos o estaban llenos de adoctrinamiento político, y eran simpáticos como Educando a Papá. Mamá Cachimba, Tarzán, Lorenzo y Pepita, El Coronel Cholalisa y la Duquesa Sonrisa, la Pequeña Lulú, Las Aventuras de Tobi, El Pato Lucas, Las Aventuras de Porki, El Llanero Solitario, sólo por mencionar algunas de aquellas historietas importadas.
Como quiera que sea los cuentos de terror y de misterio de antes, ahora son superadas por la realidad, ya que en México se derrama más sangre y hay más violencia que en cualquiera de aquellas historietas publicadas que sí eran ficción.
(eramboc18@gmail.com)
