Emmanuel González-Ortega
Actualmente hay una batalla en torno al maíz en los juzgados de México, se emitirá sentencia sobre la prohibición permanente a la siembra de maíz transgénico, o que se permita la siembra (aún a escala comercial) de ese cultivo modificado. La demanda que inició el pleito y que ha suspendido -por lo menos temporalmente- la siembra de maíz genéticamente modificado (GM) en México ha cumplido dos años.
Los transgénicos comercialmente sembrados a día de hoy en gran escala, pero en pocos países (principalmente en Estados Unidos, Brasil y Argentina), tienen la característica de haber sido alterados en su genoma para insertar los rasgos genéticos de tolerancia a algún compuesto herbicida (glifosato, glufosinato de amonio o 2,4-D), resistencia al ataque de insectos, o ambas características. Entre los cultivos transgénicos mayormente sembrados están la soya, algodón, maíz y canola. Esas semillas transgénicas se distribuyen comercialmente junto con los mencionados químicos. Sin embargo, varios de esos agroquímicos (glifosato y 2,4-D) han sido clasificados como probablemente o posiblemente cancerígenos por la Organización Mundial de la Salud, lo que ha consolidado la mala imagen que poseen multinacionales semilleras como Monsanto o Syngenta, que venden los herbicidas.
En varios países del mundo, la legislación regula la existencia de laboratorios de monitoreo dedicados a determinar la presencia de secuencias transgénicas en granos o en ingredientes de los alimentos; desde hace años se han desarrollado y se utilizan comúnmente técnicas moleculares para cuantificar transgenes en los alimentos. Dichas técnicas están basadas en identificar algún o algunos de los elementos genéticos que fueron insertados en el proceso de creación del OGM (para mayor comprensión, podemos asumir que los elementos genéticos insertados en los cultivos transgénicos son una especie de ‘etiqueta’, la cual es rastreada durante el monitoreo).
En cuanto a la regulación sobre bioseguridad, México no está exento: opera un laboratorio oficial en el monitoreo de OGMs en el territorio. En el contexto del mencionado juicio por la moratoria permanente a la siembra de maíz transgénico, es relevante mencionar que en dicho laboratorio teóricamente se utilizan las técnicas científicas brevemente explicadas antes. Adicionalmente, otros laboratorios independientes han hecho esfuerzos de biomonitoreo en diversos años y han detectado la presencia de maíz transgénico en zonas en las que no había permiso explícito para la siembra del mismo, lo cual es una violación a la ley, un riesgo a la biodiversidad del cultivo ancestral mexicano y posible riesgo de daño a la salud de la población.
Desde hace un tiempo, las empresas semilleras están investigando nuevas tecnologías de manipulación de la expresión génica en cultivos y que de paso buscan limpiar la mala fama de los transgénicos. Una de estas técnicas es la alteración de la expresión génica mediante la tecnología del ARN de interferencia (iARN).
¿En qué se basa esta tecnología? Veamos primero algunos conceptos básicos: Todas las células de los organismos vivos contienen información genética en una molécula llamada (ácido desoxirribonucleico o ADN). Para sintetizar una proteína, la información genética se copia en una versión similar: el ácido ribonucleico (ARN), el cual lleva el mensaje hacia la maquinaria que fabrica las proteínas en la célula. El ARN de interferencia (proceso también conocido como silenciamiento génico) destruye otras moléculas específicas de ARN, por lo que la proteína que sería sintetizada a partir de la información que portaba el ARN eliminado no llega a ser sintetizada por las células.
El silenciamiento génico es un proceso natural, se sabe que es un sistema de defensa de muchos organismos ante el ataque de virus; o en otro proceso, la interferencia por ARN regula procesos como el crecimiento o respuestas de adaptación de los seres vivos al medio ambiente. Este mecanismo se acciona cuando una célula detecta una cadena doble de ARN, como las que frecuentemente hacen los virus para replicar su material genético. Como mecanismo de defensa, la células del organismo cortan esas dobles cadenas de ARN en piezas más pequeñas y las utilizan como molde para buscar secuencias similares que lleven el mensaje que duplicaría la información genética del virus.
La aplicación tecnológica de ese proceso biológico es que si en el laboratorio se diseña una molécula de ARN de doble cadena (un ARN de interferencia o iARN) que corresponda con un gen propio de una planta o animal, los científicos podrían silenciar dicho gen ‘artificialmente’, es decir, manipular temporalmente la expresión génica del organismo de turno sin introducir secuencias en su genoma de la manera en la que se hace actualmente.
Monsanto cree que esta técnica genómica es una alternativa viable a la modificación genética actualmente usada y cada vez más rechazada, trabajan en la idea de rociar los cultivos con iARN y de esta manera alterar la expresión génica en las plantas para, según ellos, mejorar el rendimiento de cultivos, adaptarlos a condiciones climáticas adversas o eliminar plagas al alterar la expresión génica de insectos que ataquen a los cultivos. Son, según Monsanto, los transgénicos que vienen. Intentaremos de manera precisa y breve, desmontar esta nueva falacia transgénica y transnacional.
Empezamos comentando que la patente del herbicida glifosato ha caducado hace un tiempo, por lo cual no le viene mal a Monsanto registrar la patente de una nueva versión del herbicida con el añadido de contar con ARN interferente. Los científicos de esta compañía han reconocido que es muy probable que siga utilizándose glifosato pero ahora con la tecnología de silenciamiento génico dirigido hacia algún tipo de insecto. Es decir, no dejaría de utilizarse el cancerígeno glifosato, sino que ahora iría añadido otro factor de riesgo, el material genético.
También comentan que el iARN diseñado en laboratorio actuaría únicamente sobre el insecto plaga, ya que este técnica opera de manera secuencia-específica, pero algo que no explican es que hay miles de insectos de los cuales no se conoce su genoma, por lo que no puede preverse la inocuidad de esta técnica ante la falta de información científica de todos los seres vivos.
Hay más, los resultados obtenidos por la gente de Monsanto sobre el uso de la tecnología de ARN interferente han sido por decir cortésmente, ambiguos: se infectaron 100 árboles de naranja con un insecto que ataca a este árbol, se intentaba eliminar la plaga usando iARN pero se observó que los insectos vivían aún 4 días después de iniciado el experimento y otros sobrevivieron ¡hasta 2 semanas! Otro pregunta sobre esta ‘nueva’ tecnología es cómo hacer llegar el ARN interferente al interior de las plantas, hasta ahora el personal de Monsanto se pregunta lo mismo.
Bioseguridad, análisis de riesgo y principio de precaución.
La lectura que uno hace sobre las declaraciones del personal encargado de desarrollar nuevas tecnologías transgénicas es que desesperadamente intentan auto convencerse de que tienen nuevas soluciones, no a los problemas o retos de la agricultura, sino al desprestigio que han ganado a pulso con la tecno ciencia que ha traído despojo, contaminación, erosión biológica, daño a la salud de la sociedad; pero que a las compañías biotecnológicas les ha generado miles de millones de dólares a través de los años.
Se sabe que el ARN interferente puede atravesar barreras entre las especies, es decir, hay transferencia de información genética desde las plantas hacia mamíferos lo cual puede generar daños a la salud. Los iARN pueden sobrevivir a la digestión en el intestino y por lo tanto circulan por el cuerpo y además tienen la capacidad de modular la expresión génica en diversos tejidos: un estudio que usó herramientas bioinformáticas encontró que la presencia en el organismo de un iARN de arroz provoca alteraciones en la expresión de otro ARN que a su vez codifica para una proteína que controla los niveles de colesterol en la sangre. No hay demasiados estudios científicos sobre la presencia y efectos en el organismo por presencia de ARN interferente exógeno.
El cúmulo de preguntas sin responder que la biotecnología transgénica ha abierto desde hace 40 años sigue creciendo, y lo hace de manera exponencial. Ya existe un maíz transgénico que además de contener la tecnología obsoleta de resistencia a insectos usando proteínas Cry, incorpora la tecnología de ARN interferente orientada al mismo fin, producto de Monsanto es el SmartStax Pro. No hay ninguna novedad, y auguramos que esta nueva variedad de transgénico no resolverá el problema de las plagas de insectos. De hecho, el sentido de crear un nuevo transgénico resistente a insectos, es porque en muchos casos, las plagas se han hecho resistentes a esa tecnología.
Debemos estar atentos a estas tecnologías que además de lograr eludir los procesos regulatorios y legales sobre inocuidad, no son presentados previamente para discutir sobre su conveniencia para la sociedad y por lo tanto terminan en nuestra mesa todos los días. Es el caso del maíz transgénico en México, presente en el campo y en los productos alimenticios de consumo masivo.