GaleríaViaja viajero con rumbo a los cielos de Oaxaca

Viaja viajero con rumbo a los cielos de Oaxaca

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Everardo R. Bohórquez y Cuevas

OAXACA, (página3.mx).- Viaja viajero con rumbo a los cielos de Oaxaca, así invitaba y sugería el gran tabasqueño Carlos Pellicer en su extraordinario poema “Romance de Tilantongo”.

Y junto con él, los primeros colonizadores que veían por primera vez el Valle de Oaxaca se enamoraron, igual que muchos lo hacen ahora, de esta tierra y se quedaron a vivir y se quedaron a morir, como a otros tantos les pasa.

Entre los grandes que visitan nuestra tierra –no hay viajero pequeño—que han venido a nuestra tierra, esta Nueva Antequera como la llamaron los fundadores europeos, se enamoraron de su clima, de su medio ambiente, de su agua, de su aire puro, de la hospitalidad de este terruño primero y que ahora ya es más hospitalaria por obra y gracia de sus habitantes.

[pull_quote_center]Esta misma ciudad que estaba bañada por los ríos Atoyac y Jalatlaco, mismo sitio en que hicieron un primer asentamiento hacia finales de los años mil cuatrocientos los soldados enviados por Ahuitzolt, precisamente a los pies de la magnífica Ciudad de Monte Albán, donde en sucesivas centurias zapotecos y mixtecos crearon esta maravilla, hoy también considerada Patrimonio de la Humanidad.[/pull_quote_center]

orfebrería oaxaqueñaRealizaron maravillas de orfebrería con el oro, el jade, las turquesas, las perlas, el lapislázuli, el estuco, así como obtuvieron avances en la medicina como lo demuestran los cráneos trepanados y las figuras en piedra de los danzantes, que son seres humanos que sufrían deformaciones por las enfermedades. Monte Albán lugar desde donde se observan los más bellos atardeceres y ocasos.

Así se amalgamaron las culturas étnicas y la europea –por lo menos 16 o 18 culturas de otras tantas civilizaciones habitantes de estos sitios, que dieron creación a lo que hoy se llama Oaxaca, la antigua Huaxyacac, cuya toponimia significa “A”, “En” o “De la nariz del Guaje, especie endémica de los Valles Centrales.

centro cultural santo domingoAquí los dominicos civilizadores junto con franciscanos, dieguinos, agustinos, jesuitas y de otras órdenes religiosas crearon durante La Colonia, una ciudad y monumentos que hoy son asombro mundial. Un extraordinario lugar que amamos los que tuvimos el privilegio de nacer y vivir aquí, o un sitio anhelado para los que regresan a su matria por el más grande amor que le tienen, igual de acendrado el amor que ustedes le tienen a sus lugares de origen y que forman parte del tesoro inmenso, quizá como el que no tienen otros países, pero que sí posee nuestra gran nación: México.

Producto de esta cultura son dos de los grandes actores que cubrieron más de 50 años de la Historia de México; uno, el Coloso de Guelatao, el Benemérito de las Américas, un zapoteco Benito Pablo Juárez García, quien no sabía leer ni escribir, ni hablar español, cuando bajo de la Sierra que hoy lleva su nombre; estudió en el Instituto de Ciencias y Artes del estado de Oaxaca, primer abogado egresado de ahí, que llegó a ser Presidente de la República y se convirtió en el gran defensor de nuestra nación ante el invasor francés enviado por Napoleón III y un grupo de traidores que se decían mexicanos.

Al mando del Ejército mexicano estaba el general Ignacio Zaragoza –hoy Hijo Adoptivo de Oaxaca—y que venció a los mejores soldados del mundo el 5 de mayo de 1862, en la Batalla de Puebla, entre cuyos generales se encontraba el otro pilar oaxaqueño de nuestra historia mexicana, José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, quien ahora es considerado El Constructor del México Moderno, a la luz de lo investigado por los modernos historiadores.

Junto a Benito y Porfirio se inscriben muchos de los patriotas que hicieron La Reforma, logrando la separación de la Iglesia del estado, mediante una cruenta guerra civil entre liberales y conservadores, pero que demostró al mundo que los hombres y mujeres son libres y capaces de separar el derecho a ser ciudadanos con plena libertad de pensamiento y acción.

Entre los oaxaqueños de la llamada Generación del 57 están Marcos Pérez, Justo Benítez, Matías Romero, Ignacio Mejía y Feliciano García, entre otros. Junto a ellos están también grandes mujeres oaxaqueñas que han dejado huella como Margarita Eustaquia Maza de Juárez, Petrona Mori y la tan vilipendiada Juan Catalina Romero, Juana Cata. Asimismo, la Princesa Donají cuyo cabeza es el escudo oficial del H. Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, tomando como base una bella leyenda de amor y patriotismo en la época precolonial.

Hay muchas mujeres distinguidas pero lo que más les significa es que son esposas, hijas, hermanas, tías, principalmente en su papel de madres de familia con distinguidas prendas de amor y heroísmo, no sólo en la lucha armada, sino dentro del hogar a la par que ejercen su papel de educadoras y ecónomas, cuando es que son el principal sostén de sus casas y familias.

Rufino TamayoNo sólo en la política han sobresalido los oaxaqueños y oaxaqueñas, sino en los diferentes campos del saber humano como es la pintura con Rufino Tamayo, Miguel Cabrera, Rodolfo Morales, Nieto y ahora Francisco Toledo, por mencionar solamente a una mínima parte de nuestros artistas.

Músicos como Juan Matías, José Alcalá, José López Alavés, Samuel Mondragón, Álvaro Carrillo.

Periodistas como Carlos María de Bustamante, Rafael Espíndola, Marcelino Muciño, Pedro Gringoire, Everardo Ramírez Bohórquez, Néstor Sánchez, Alfredo Ramírez El Chapulín.

Mujeres periodistas como Arcelia Yáñiz, Olga Moreno y las muchas oaxaqueñas que hoy laboran en los medios de comunicación escritos y electrónicos, así como las que escriben en los canales cibernéticos.

En la Judicatura, el propio Don Benito, Don Porfirio que fue dos veces Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; Alfonso Francisco Ramírez o el chiapaneco Emilio Rabasa, hijo del Instituto. También destacan Julio Bustillos Montiel, Ernesto Carpy Manzano, Eduardo Vasconcelos, Heliodoro Díaz Quintas, etcétera.

De la ciencia están el doctor Ramón Pardo, Marcial Pérez Velázquez, Aurelio Valdivieso, Alberto Vargas, por lo menos.

En la Historia, Juan Bautista Carredo, José Antonio Gay, Ángel Taracena, Guillermo Reimers Fenochio, José María Bradomín, Jorge Fernando Iturribarría, Guillermo Rosas Solaegui “Chochois”, Manuel Brioso y Candiani, Manuel Martínez Gracida, Luis Castañeda Guzmán.

Poetas, literatos y filósofos de la talla de José Vasconcelos, José Blas Santaella, Patricio Oliveros, Alberto Vargas, Rogelio Barriga Rivas, Francisco Hernández Domínguez, Othón Díaz.

Han llegado a la Ciudad de la Cantera Verde, a la que el gran Jacobo Dalevuelta llamaba “La Novia Gentil”, esta misma ciudad que enamoró y sorprendió a escritores extranjeros como Aldous Huxley, D. H. Lawrence, Malcon Lowry.

Es la ciudad de los temblores, como el que casi devastó el 14 de enero de 1931, pero que se levantó de sus escombros como “El Ave Fénix”, fuerzas con las que naturaleza prueba a sus moradores, pero que no les quita el sueño porque como decía Castañeda Guzmán, La Historia de Oaxaca es la Historia de los Temblores.

Ustedes lo han visto. Es la ciudad que le fue otorgado ese título el 25 de abril de 1532, por el Rey Carlos V, misma que a casi cinco siglos de existencia sigue siendo La Gran Señora del Sur. Es una ciudad para contarla y para vivirla, como lo dice el Cronista actual Rubén Vasconcelos Beltrán; la tierra de nuestros mayores, de nuestros padres, de nuestros hijos, esposos, hermanos, como lo afirmaron en su momento sus anteriores cronistas Javier Castro Mantecón y Everardo Ramírez Bohórquez.

Y quterremoto del 31 Oaxé les puedo contar de su gastronomía integrada por los siete moles, estofados, sopas, pescados, mariscos; sus maravillosas tlayudas y sus tamales de mole, de amarillo, de verde, de chepil, de frijol. Sus aguas frescas que nos regalan la herederas de María y de Casilda, y sus nieves de leche quemada con tuna y de sorbete.

Sus dulces y todo lo que deleita al sibarita o al simple mortal, todo ello acompañado de un gran sorbo de mezcal minero, de pechuga, tobalá, con digestivos, que para todo mal mezcal y para todo bien también.

Me faltaría tiempo, pero estamos orgullosos de ser y haber nacido oaxaqueños y oaxaqueñas y sólo nos falta un día dejar que “nuestro barquito de papel se quede dormido en su playa”, como decía el poeta Francisco Hernández Domínguez, llevando en ese barquito como pasajera a nuestra propia alma.

(eramboc18@gmail.com)

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