Llegar hasta allá caminando entre escombros, cajas, diablos, maniquíes, rollos de tela y plástico y huacales fue muy difícil.
Me pasé todo el tiempo regañando a Paulo por descuidar los asuntos de la escuela y vivírsela jugando futbol con los vagos.
El polvo, el ruido de los vidrios que se estrellaban contra el suelo, el olor a gas eran terribles.
Lo mismo nos hubiera pasado de no haber sido porque aquel jueves mis niños y yo tuvimos que salir de la casa más temprano que de costumbre.
Lo único reconocible era la puerta de lámina que protegía la pérdida de todo.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/09/13/opinion/032o1soc