Canales repletos de desperdicios recorren el laberinto de callejones donde a diario juega Kaike de Oliveira Benjamin, y luego forman estanques fétidos y riachuelos burbujeantes.
El agua de la llave suele oler mal y tener aspecto contaminado.
Cuando llueve, el sótano se inunda con una mezcla hedionda.
Poca es la mejoría en el interior de la casucha de un cuarto que habitan el pequeño de cinco años, su madre y dos hermanitos, así como ratas y cucarachas.
En la favela de Kaike, que consiste en un laberinto de viviendas de hormigón y ladrillos quebradizos en la ladera de una colina, los desechos fluyen de tubos de plástico que salen de las casuchas y se van río abajo, drenándose en parte en una cuenca que desemboca en la laguna donde se llevarán a cabo las pruebas olímpicas.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/10/04/opinion/027o1cap