Evidentemente, el papel desmesurado del dinero en la política estadounidense no es nada nuevo.
Observar hoy la política estadounidense es ver el dinero en acción.
En las elecciones británicas de 2010, todos los candidatos y partidos gastaron el equivalente a menos de 70 millones de dólares.
En definitiva, uno de los problemas de la reforma de la financiación de las campañas es… cómo financiar esa campaña.
Donald Trump encarna esta locura y, al mismo tiempo, es la excepción que confirma la regla, porque, como no deja de presumir, por lo menos es dinero suyo.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/10/06/opinion/1444128942_629595.html