En nuestra opinión, la prudencia pastoral no sólo permite sino que hoy más bien reclama un cambio de postura.
Y el espíritu fundamental de toda la ley evangélica es la misericordia: no una misericordia blandengue, por supuesto, sino una misericordia exigente.
Gracias a aquella decisión tan discutida, la Iglesia no sólo fue fiel a Dios sino que abrió las puertas a la evangelización del mundo entero.
Ahí sí que resulta inapelable la frase del Maestro: «lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre».
Dada la situación de la mujer respecto al marido, en la Palestina del s. I, esa hipótesis era impensable.
Fuente: http://elpais.com/politica/2015/10/03/actualidad/1443898001_053125.html