Horacio Corro Espinosa
Ayer en la mañana llegó Andrés Manuel López Obrador a Oaxaca, mejor conocido como El Peje, aunque algunos le dicen Lagarto, o sea, sinónimo de mañoso y aprendiz de dinosaurio.
López Obrador, todos lo saben, todo el tiempo se la pasa diciendo que es un hombre honrado. Pero como dice el dicho popular: «dime de que presumes y te diré de que careces». Quien es honorable no tiene por qué presumirlo, es suficiente demostrar su forma de vida, su comportamiento en lo público y en lo privado para que los demás decidan si se trata de una persona decente o no.
Somos muchos mexicanos los que nos hacemos las mismas preguntas:
¿De qué ha vivido López Obrador en los últimos 15 años? ¿De dónde ha obtenido dinero para realizar sus viajes, sus mítines, darle dinero en abundancia sus hijos para que viajen en yates y al extranjero? ¿De dónde?
En lo personal, López Obrador, no me da ninguna confianza por muchas razones. Primero, por la serie de tradiciones que ha hecho a sus amigos. Si él hubiera reconocido tener una amistad con el «hombre de las ligas», su secretario particular, tal vez tendría el concepto que es un hombre derecho, que sabe reconocer a sus amistades en las buenas y en las malas.
Seguramente muchos de ustedes se acordarán también de su tesorero Ponce, cundo era Jefe de Gobierno del Distrito Federal, donde la deshonestidad se mostró plenamente, pero como es habitual en el peje, se hizo el muertito, y también lo desconoció, sólo para cubrir sus embustes.
¿Y se acuerdan ustedes de cuando sus colaboradores cercanos pidieron una cooperación de varios millones de dólares a cambio de diversos beneficios como el otorgamiento de contratos de construcción? Cuando eso fue descubierto se hizo un escándalo de locos, pero por enésima ocasión, El Peje, se volvió a deslindar. Dijo no tener nexos con esos sinvergüenzas que pedían dinero a su nombre. A los participantes se les encontró culpables de un delito electoral, además de una clara extorsión.
Hay muchos otros ejemplos, no fueron las únicas veces que este personaje desconoció tener alguna relación con su gente más cercana. A eso se le llama traición, ingratitud. Sólo hay que tener en cuenta que desde que El Peje dejó el gobierno del Distrito Federal, la justicia siempre ha estado a su servicio.
Pero, ¿saben ustedes a quienes sí ha reconocido públicamente? A hombres que se les ha demostrado su pestilente corrupción, como es el caso de Salomón Jara, exsecretario de Desarrollo Agrario, Forestal, Pesca y Alimentación (Sagarpa), en el gobierno de Gabino Cué, y quien hoy acompaña al Peje en su recorrido. A este hombre, Obrador lo promueve como futuro candidato de Morena a la gubernatura del estado.
Quiero repetir la pregunta con la que hice al principio de este comentario: con qué recursos se ha mantenido sin trabajar durante tantos años dedicándose sólo a la «grilla».
Hace años, Javier Sicilia, calificó al Peje como el intolerante, el sordo, y enemigo de aquellos que no son de su agrado o no comulgan con sus ideas.
Me gustaría encontrar un libro o por lo menos un documento psiquiátrico que hable de su conducta mesiánica, su fingida imagen de honesto, y de su vanidosa posición de poseer toda la verdad.
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