Además de perder Crimea y mantener irresuelto el conflicto en el este de Ucrania –temas medulares en otras entregas de estos Apuntes–, el presidente Petro Poroshenko enfrenta un panorama interno cada vez más adverso y, en consecuencia, disminuye su grado de aprobación por una población que se siente defraudada.
Para la mayoría de los ucranios –quienes empobrecidos sobreviven el estrepitoso retroceso de la economía, junto con la ausencia de reformas que pudieran afectar los emporios de los oligarcas– lo peor es que Poroshenko conserva intactos los esquemas de corrupción que dieron la puntilla al anterior mandatario, Viktor Yanukovich, mientras altos funcionarios de su entorno inmediato –lo mismo que colaboradores cercanos del primer ministro, Arseni Yatseniuk– han sido exhibidos en la prensa por enriquecerse de modo tan ilegal como insultante.
Tras un año y ocho meses en el poder, el balance de la gestión de Poroshenko confirma que Ucrania –igual que con cualquiera de los anteriores cuatro presidentes, desde que el país se hizo independiente en 1991, al margen de si se proclamaron en favor de la integración con la Unión Europea o de un mayor acercamiento con Rusia– sigue siendo manejada por los grandes magnates (Rinat Ajmetov e Igor Kolomoisky, encabezan la lista), quienes someten la política del Estado a los intereses económicos de sus clanes.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/02/20/opinion/018o1mun