Así se le llama también a esa rueda de feria que lo mismo nos sube hasta lo más alto y luego nos hace descender a ras de suelo.
El adefesio romperá la unidad del lugar y chocará con la tradición milenaria; por ello molesta a muchos.
La Fortuna otorgaba dones abundantes ciegamente a quien quería y como quería, sin méritos para recibirlos o con ellos, al azar, y así como los daba también los retiraba; de su nombre tomó el Tarot un elemento o carta en la que un mono sube y otro baja.
No sólo es Chapultepec un lugar importante para la historia y la cultura que no debe ser agredido con un aparato propio de una feria o un parque de diversiones, es también un espacio de reserva ecológica, un bosque milenario que capta para el subsuelo el agua de la lluvia, es proveedor de oxígeno, pulmón, jardín, zona verde, paseo, lugar para la alegría de los niños, para el romanticismo y el recuerdo; los turistas llegan aun sin rueda de la fortuna.
En el Olimpo de la imaginación desbordada de los griegos, la Fortuna era una deidad menor, de ningún modo a la altura de Palas Atenea, la diosa de la sabiduría o de Afrodita, de la belleza y el amor, ni siquiera de Artemisa, la flechadora a la que los romanos bautizaron como Diana la Cazadora y cuya estatua adorna nuestro Paseo de la Reforma.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/02/27/opinion/028a1cap