La realidad, empero, contrasta tan dolorosa como burdamente, colocando las palabras en un sitio y los hechos en el extremo opuesto.
Lo peor: muchas veces cuando se dice que sí se quiere decir que no o a la inversa.
Si la vida del país corriera acorde con el discurso oficial, México sería una nación próspera, estable, pacífica, con una población alegre, feliz, libre de angustia y sufrimiento.
La expresión presidencial que emergió de Iguala para apoderarse de los espacios principales de los medios de comunicación: Iguala no puede quedar marcada por la desaparición de los 43 de Ayotzinapa , lejos de engendrar la esperanza entre los familiares, provocó su irritación.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/02/26/opinion/029o1est