Adolf Hitler tiene 12 años y por primera vez va a la ópera, a ver a Lohengrin: Me volví adicto inmediatamente.
Especialmente de la ópera que –al incorporar también lo visual y lo literario– puede ser un sugestivo vehículo de mensajes políticos.
Es un gran revolucionario de la ópera –y de la música (que abrió la puerta a la posterior llegada de dodecafonismo)–, pero, sobre todo, es un gran ideólogo.
Desde luego, no hay que subestimar el poder de la música.
Mi entusiasmo por el maestro de Bayreuth no tenía límites , anota años más tarde en Mein kampf (1925).
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/02/18/opinion/023a2pol