El rechazo ciudadano a permitir una nueva candidatura de Evo tampoco interferiría con su actual desempeño como jefe de Estado de aquí a entonces, ni le implicaría una pérdida significativa de poder.
El resultado referido no significaría, por sí mismo, que el programa político, económico y social vigente en Bolivia fuera interrumpido, por cuanto el partido en el poder podría ganar las elecciones previstas para 2019 con un candidato distinto al actual mandatario.
Según los sondeos a boca de urna y del conteo rápido realizados tras el referendo realizado ayer en Bolivia, ganaría por un ligero margen (entre 51 y 52.3 por ciento) el no a una propuesta de modificación constitucional que permitiría al presidente Evo Morales presentarse para una nueva relección y, de ganar, permanecer en el cargo hasta 2025.
Pero sí debiera ser visto por el actual equipo de gobierno de La Paz como una señal de alerta ante el desgaste del poder, el debilitamiento de los vínculos entre la Presidencia y los electores y la persistente campaña de sectores oligárquicos locales y del gobierno de Estados Unidos en contra de las transformaciones puestas en práctica en el país andino en la última década.
Sin llegar a constituir una derrota como la sufrida por el kirchnerismo en Argentina en las elecciones presidenciales de noviembre del año pasado, ni la pérdida del Poder Legislativo por el chavismo en Venezuela el mes siguiente, el rechazo de los electores a permitir un nuevo periodo presidencial al actual mandatario constituiría, de confirmarse, el tercer golpe al hilo a los gobiernos progresistas que surgieron en Sudamérica durante las décadas pasada y antepasada, en tanto que para el ex dirigente de campesinos cocaleros y su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), representa un primer fracaso electoral en una década de ejercicio gubernamental.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/02/22/opinion/002a1edi