Sobra decir que este SAMSM (Síndrome de Ausencia de Música Sinfónica Mexicana) se agudiza hasta volverse terminal cuando de música contemporánea se trata.
Un sonoro (y muy desafinado) botón de muestra: como más allá de cierto huapango y cierto danzón (muy estimables ambos) parece no haber nada más que el vacío, algunas de nuestras orquestas han recurrido a programar bodrios impresentables de música mexicana como una ridícula Obertura mexicana de un tal Merle J. Isaac.
Otra instancia: ¿cuántas veces se ha programado en años recientes esa destacada partitura orquestal de Federico Ibarra que es Cinco misterios eléusicos?
Una revisión más o menos minuciosa de la programación de nuestras orquestas, no sólo las capitalinas sino también las del interior, permitirá descubrir de inmediato que la presencia de la música sinfónica mexicana es escasa y que, además, está limitada severamente a un repertorio de apenas un puñado de obras que se repiten sin cesar, como en un carrusel perpetuo que no va a ninguna parte.
Interpolo aquí una anécdota para desagraviar (sólo un poco) a los responsables de las programaciones orquestales y endilgarle a nuestro intolerante, malinchista y desconocedor público la parte sustancial de la responsabilidad que le toca.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/02/27/opinion/a04a1cul