No describen ni ilustran esta experiencia: simplemente están plenos de ella.
Las bocas de los rostros simplemente no se abren porque no hay más palabras que pronunciar.
Es una forma de la entereza, una entereza que es habitual, común e interminable.
Pero las figuras no son estatuas; tienen una vida que espera y a la vez se volvieron viejas.
Una que está presente en cada uno de los cuerpos que circulan, como en el torrente sanguíneo de esos cuerpos.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2016/03/13/plomo-sobre-papel-john-berger-5004.html