Diana Manzo/Corresponsal
UNIÓN HIDALGO, OAX., (#página3.mx).- La celebración de la Semana Santa en esta población zapoteca es peculiar y única como en algunos pueblos del Istmo de Tehuantepec. Desde quince días antes, la grey católica comienza a arreglar las tumbas de sus fieles difuntos porque convivirán con ellos en el camposanto.
De acuerdo con los textos de Fray Francisco de Burgoa, cronista dominico del Siglo XVII, los indígenas zapotecas celebran la Semana Santa a la par del año nuevo solar, porque sucedía también en el mes de marzo, esto según el calendario antiguo. Pero el año nuevo comenzaba el 12 de marzo y terminaba el 7 de marzo del siguiente año, a partir de esta fecha había un periodo de cinco días que eran considerados aciagos y funestos.
Para el investigador juchiteco Víctor Vázquez Castillejos, esos días considerados funestos resultaba incierta la vida misma, porque se temía una catástrofe y es de ahí que pudiera surgir la Semana Santa, la resurrección de la vida misma, es decir el comienzo del ciclo solar para los zapotecas.
En esta comunidad, hombres y mujeres llevan años de tradición conviviendo con sus fieles difuntos durante los Martes Santos. A muy temprana hora, comiencen a arreglar las tumbas y por todos lados se respiran aromas peculiares de las flores y velas características de la región.
El tamal de iguana es la delicia más común de esta temporada entre la población zapoteca, donde se sacrifican diariamente alrededor de 500 iguanas en esta temporada. El valor de un tamal oscila entre 10 a 15 pesos, el cual se consume acompañada de la tradicional agua de taberna que es extraída de la planta de coyol o con champurrado (atole blanco preparado con chocolate).
En los pasillos del camposanto, las mujeres vestidas de enaguas y huipil tienen listas las tinas de lámina que guardan en su interior uno de los panes tradicionales de la temporada, “las regañadas”, preferidas de la niñez y las personas adultas. La regañada es una especie de pan crujiente muy delgado, bañado con azúcar blanca y en el centro azúcar pintado con carmín rojo, es un pan muy frágil y que únicamente lo cocinan en esta temporada.
Otro de los menús típicos que se consiguen en el Martes Santo son los dulces típicos de almendra, ciruela, chilacayota, plátano, limón con coco, camote, papaya y coyol, los cuales están colocados en cacerolas de lámina y las mujeres con sus altos tonos de voz llaman a sus clientes, a fin de que sea la vista la que haga la labor de convencimiento al sentido del gusto y disfrutar de estos manjares tradicionales.
Los huevos de Pascua son únicos en esta región, elaborados por las panaderas, están hechos de harina, ceniza o confeti, son atractivos y sus principales consumidores son niños, niñas y jóvenes, quienes esperan un momento de distracción para quebrarlos en la cabeza de algún despistado que ande visitando las tumbas.
Esta tradición zapoteca de visitar el panteón en Martes Santo se ha conservado, pero como todo, tiene sus modificaciones, pero aun se conserva viva la visita al panteón en Martes Santo y los rezos tradicionales.
El humo del incienso de nopal se percibe al pisar este espacio y aunque son pocos los zapotecas que saben que con este ritual se cumple un nuevo ciclo de vida, ellos simplemente están satisfechos porque han cumplido el rito anual a sus muertos.
