Cuentan que Rinus Michels se contentó con la quemada y una pequeña multa como castigo y que Johan Cruyff la aceptó de buena gana.
Podía decir que él, al contrario que casi todos, no le debía nada al fútbol sino que era al contrario.
Pero dos minutos después, no le quedó otra que tirarlo al suelo junto con un alarido ahogado.
La anécdota, sin embargo, reúne la esencia de la vida de Cruyff; aleccionado por Michels, fue un rebelde con éxito en cuantas cosas se propuso menos en la batalla del tabaco.
“Las cosas que le vi hacer de crío, no se las vi a nadie”, cuenta Swart.
Fuente: http://elpais.com/deportes/2016/03/24/actualidad/1458847751_103952.html