Cuentan que incluso chorreando sudor en el campo siempre olía bien.
Y mantuvo esa postura radical y natural cada vez que pretendieron atentar contra sus principios, cada vez que los burócratas y los mercaderes discutieron su trabajo y su arte.
Damos por supuesto que las leyendas se alimentan de exageraciones, adornos, medias verdades, atributos, más relacionados con la divinidad que con la humanidad.
También se suprimen las lógicas miserias, no hay mácula en la adoración que sentimos hacia ellas.
Las verdaderas leyendas nos han regalado tantas cosas que sería absurdo exigirles cuentas por sus mezquindades.
Fuente: http://elpais.com/cultura/2016/03/26/television/1459020871_082500.html