El asunto es que uno debe estar dispuesto a dar la vida por la causa cuando toca A Love Supreme; tocar ALS es un acto de fe, una experiencia transformadora, un qué sé yo.
Como muestra, las dos lecturas de la obra, tan distintas entre sí como corresponde a la distinta personalidad de sus intérpretes.
El resultado fue un World Love Supreme (sic) cocinado a la vista del cliente, con sus momentos orgásmicos, que los hubo, y otros de a ver cómo salimos de ésta, que también.
El lector conoce la historia de A love supreme, el disco de John Coltrane de cuya edición se celebran los 50 años, y que su autor dedicó al Supremo Hacedor.
Nadie pidió un bis, y no porque no nos hubiera gustado: sencillamente, no nos cabía una nota más.
Fuente: http://elpais.com/ccaa/2016/03/05/madrid/1457185132_789319.html