Al entrar al Centro Vasco lloró desconsoladamente al imaginar todo lo que habían vivido sus abuelos y sus padres.
El Centro Vasco programó entonces una presentación de la Fornés, pero el sector más intolerante del exilio castigó la afrenta con un cóctel molotov.
“El abuelo Juan entró a trabajar de limpiapisos en el Centro Vasco y poco a poco fue ascendiendo, se hizo cocinero y acabó siendo dueño del local…”.
Corrían los años sesenta y al jazz en Cuba no se le podía llamar jazz, pues era la música del enemigo.
“Aquello fue tremendo, un trauma para la familia”, cuenta Jauretsi, que un año después quiso viajar a Cuba para hacerse su propia idea.
Fuente: http://elpais.com/internacional/2016/03/24/actualidad/1458841757_214555.html