Algo para celebrar, en medio del empeoramiento climático manifiesto en un grave desequilibrio de energía de la Tierra, un quebrantamiento metabólico entre el orden social prevaleciente y un planeta que impone límites a lo que ya es una acumulación capitalista de consecuencias catastróficas.
El gobierno y poderosos cabildos, el American Petroleum Institute, vocero de las grandes corporaciones del petróleo y el gas y la influyente Asociación Nacional de Manufacturas, abogaron por la anulación de la demanda, petición rechazada en resolución histórica del 8 de abril por el juez Thomas M. Coffin a cargo del juicio.
Ese desequilibrio fue abordado por James Hansen en síntesis de investigaciones de frontera sobre el cambio climático, en apoyo a una demanda planteada ante una Corte de Distrito en Oregón Estados Unidos, para que el gobierno federal aplique una gama de acciones –y cancele otras– a fin de frenar a la brevedad las emisiones de GEI que ponen en serio riesgo la vida de quienes hoy son niños, de las generaciones futuras y que amenazan con la extinción masiva de otras especies y el funcionamiento mismo de la civilización humana que requiere de líneas costeras estables y constantes.
Aunque nunca mencionaron la existencia de lo que Karl Marx teorizó como una ruptura metabólica (RM) entre la sociedad capitalista y la Tierra (ver John Bellamy Foster, AJS, Sept 1999 y La ecología de Marx: Materialismo y Naturaleza, 2004), en 2015 líderes de la política, la ciencia y la economía insistieron, en tono urgente, en que para evitar una catástrofe climática de orden mayor, tres cuartas partes de las reservas de combustibles fósiles deben permanecer bajo tierra , todo en medio de la sordera/sabotaje de las grandes petroleras/gaseras/automovilísticas, en pos de la ganancia, del tesorito en el subsuelo valorado entre 19 y 25 billones (trillions) de dólares y del irrefrenable aumento de la RM manifiesta en un inmenso desequilibrio energético por la acumulación de las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI).
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/04/14/opinion/018a1eco