El cuestionamiento del estatus de Santa Sofía, antaño obra sólo de grupos marginales islamistas y ultranacionalistas, es ahora más amplio.
Es el poder de los símbolos, que en el caso de Grecia y Turquía parece cargar el diablo.
La salomónica decisión de Atatürk respecto a la basílica implicaba que no sería ni iglesia ni mezquita, sino un museo.
La Unesco contribuyó a su manera a enterrar los agravios históricos, y religiosos, declarando el monumento patrimonio de la Humanidad.
De hecho, un diputado de Syriza pertenece a esa minoría y pudo jurar su cargo sobre el Corán sin problemas.
Fuente: http://elpais.com/internacional/2016/06/14/actualidad/1465935524_559190.html