A mí, de adolescente, me prohibieron las novelas.
Porque la realidad, les explico, está hecha de palabras, de modo que quien domina las palabras domina la realidad.
Con franqueza, si yo fuera adolescente, ni me acercaría a una actividad ensalzada por mis padres, por mis profesores y por el ministro del Interior.
Ellos dudan, claro, porque miran a su alrededor y no acaban de ver la relación entre la realidad y las palabras.
Iremos por partes, pero permítanme de entrada la afirmación de que el lector, como el escritor, nace del conflicto.
Fuente: http://elpais.com/cultura/2016/08/20/actualidad/1471710355_291880.html