Las posibilidades, por tanto, de que el segundo amor (o el tercero, o el cuarto) sea mejor que el primero son muy poderosas.
Desterrar el mito del alma gemelaCabría preguntarse, entonces, si esta concepción del amor que se nos inculca desde la infancia es reprogramable.
Teniendo esto en cuenta, la madurez supondría siempre buenas noticias para cualquier aspecto de nuestras vidas; también para el amor.
Hemos aprendido de nuestros errores anteriores y sabemos mejor qué esperamos de la otra persona.
Miles de canciones, películas y novelas románticas, con finales trágicos o felices, nos muestran un amor idealizado, que rara vez se parece a la realidad.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/08/02/buenavida/1470154714_628387.html