En todos estos casos, el sacrificio de la justicia ha sido el precio de la paz.
«No hay paz sin justicia”, dicen.
No hay paz con justicia si se trata de llegar a un acuerdo como el que se está a punto de firmar en Cartagena para poner fin a 52 años de guerra entre el Gobierno de Colombia y las FARC.
Si Mandela hubiera insistido en que ambos, y todos los demás que cometieron crímenes similares, fueran castigados con las penas que la justicia exigía, no hubiera habido acuerdo de paz y quién sabe si el destino de Sudáfrica hubiese sido parecido al de Siria hoy.
Pero hay otro igual de contundente y casi igual de emotivo en su contra: rechazar la justicia imperfecta de los acuerdos de paz y optar por la vuelta a la guerra significa traicionar a los vivos y a los que están por nacer.
Fuente: http://elpais.com/internacional/2016/09/21/actualidad/1474477860_540013.html