Pero volvamos al punto de partida: la dificultad de poner con lápiz sobre el papel esa palabra, paz, esquiva como una promesa.
Cotidianidad, esa palabra tan ajena a nuestro agitado acontecer y a nuestros estremecidos relatos.
Está claro que la literatura no admite condicionamientos ni fórmulas, y menos aún consignas, porque vuela libre.
Quién iba a pensar que fuera tan difícil escribir una palabra de tres letras y una sola sílaba: PAZ.
Y que se hermana en suavidad y secretismo a esa otra noción, la de intimidad, que suele escapársele a una literatura casi siempre atareada con el tropel de acontecimientos.
Fuente: http://elpais.com/cultura/2016/09/01/babelia/1472748278_440825.html