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El legado del arte de textil de Justina Oviedo vive a través de sus herederas

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Diana MANZO / Corresponsal

San Mateo del Mar, Oax.- En el 2013, a los 75 años de edad, el cuerpo de la artista textil Müm Justina Oviedo abandonó su alma para entregarse a la vida eterna y desde entonces sus  hijas heredaron su sabiduría  y amor por el telar con la única condición de  mantener viva la herencia cultural del pueblo indígena de San Mateo del Mar.

Las hermanas Cristina, Victoria y Elena Villaseñor Oviedo aprendieron a tejer mirando cómo su madre abrazaba con su cintura el telar por más de 50 años y ahora son ellas las que transmiten su cultura ikotjs a través de prendas como blusas, pantalones, vestidos, enredos (falda elaborada con hilo de algodón en telar) y accesorios como servilletas, bolsas y carteras.

Justina Oviedo fue una mujer indígena ikoots que sin saber leer y escribir trascendió con su arte a nivel mundial, sus prendas recorrieron diversos museos de América Látina y Europa por ser considerados únicos debido a que se le reconoce por contar con un tejido a doble vista sin dejar un solo espacio en blanco.

Cuenta la escritora y antropóloga Flavia Cuturi en su reciente libro “El mundo ikoots  en el arte de tejer de Justina Oviedo”, que el arte de Justina significó el renacimiento del telar en San Mateo del Mar, porque ya se había olvidado sin embargo lo rescató y a través de los hilos plasmó su cultura a la perfección.

“La labor de müm Justina  fue incansable, demostrando que el tejido era todavía un arte atractivo en términos simbólicos y económicos, porque se había dejado en el abandono y ella lo rescató y nos cuenta la vida de su pueblo a través de prendas que realiza en el telar”, dijo la escritora.

A la muerte de Justina, sus hijas que ya confeccionaban también sus prendas comenzaron a tejer ahora como homenaje y reconocimiento a su madre, pues para ellas su herencia es inagotable porque ahora son sus nietas y bisnietas las que también aman tejer.

A las hijas de la artesana también el terremoto las sucumbió, destrozó sus viviendas pero no los telares, se han repuesto y continúan tejiendo, porque es lo que saben hacer con amor.

En la choza recién elaborada de palma y piso de arena, vive Cristina la hija mayor de Justina,  se sienta todas las mañana y tardes a tejer, toma su telar y se lo amarra a la cintura y comienza a combinar los hilos de algodón.

Sus hermanas y también sus dos hermanos Pedro y León también aprendieron la herencia de su madre, que ha sido su principal fuente de ingreso para sobrevivir.

“Mamá era muy amorosa, nunca nos enseñó a tejer, su herencia la tenemos porque siempre miramos con amor lo que hacia, así nos decía cada vez que nos veía tejer, algunas veces nos llamaba la atención cuando no le gustaba una prenda o la forma en que lo hacíamos, ella siempre nos dijo que todo lo hiciéramos desde el corazón”, señaló.

Cristina aprendió con solo ver a su mamá entrelazar los hilos de algodón que ella misma colectaba en los campos, los juntaba y con una piedra de cal le quitaba todo residuo hasta dejarlo fino, después con una aguja de madera los hilaba hasta poder usarlos en su telar.

“Ahora ya poco se usa el hilo de algodón puro  porque la prenda aumenta su valor, lo que hacemos es comprar hilo fabricado que también es de algodón y que viene en diversas tonalidades, los clientes por fortuna aman nuestro trabajo, algunos llegan hasta nuestras casas y otros lo compran en Oaxaca, en el museo Textil en donde son muy admirados”.

Victoria y Elena son las otras dos hijas de Justina, también en sus hogares tienen su telar y desde muy temprano comienzan a laborar sus prendas, aproximadamente entre 6 y 8 horas le dedican diariamente.

Los clientes más frecuentes vienen de fuera, algunos llegan a comprarles para usar o revender, los costos oscilan entre mil a cinco mil pesos pero para lograrlo requiere mucho tiempo y dedicación.

“Tejer no es una tarea fácil pero cuando nos gusta enamora, y nosotras vivimos enamoradas del telar, nuestras hijas han aprendido y ahora nuestras nietas, todas tienen sus telares y los usan, nuestro mayor orgullo es nuestra mamá y su herencia que dejo”, dijo Victoria.

Las herederas de Justina superan los 40 años de edad y su mayor reto no es superar a su mamá sino seguir confeccionando estas prendas para que no se pierda el legado de una mujer que con sus manos hizo historia para un  pueblo.

“Lo primero que aprendimos a elaborar en los telares de mamá  fueron servilletas y las vendíamos en el pueblo, ahora nuestras prendas andan en todo el mundo, una pieza artesanal nuestra tiene la elegancia de que se observa en doble vista, creo que eso es algo maravilloso porque no cualquiera lo sabe hacer”, dijeron.

Las hijas de Justina sueñan con seguir tejiendo, trabajos y clientes siempre abundan, ellas no dejaran morir el legado de su madre  porque en cada hilo que es manipulado por sus manos explica cultura, religión, fiestas y tradición de un pueblo milenario.

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