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Si se piensa desde la Psicología, la elección de gobernantes siempre es fallida

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Juan José Ricárdez López

“Y sobre todo un príncipe debe ingeniárselas para que cada una de sus operaciones le proporcione fama de hombre superior y de grandísimo ingenio.”

Nicolás Maquiavelo | El Príncipe

En México, la época electoral es más bien una suerte de desfile de aspirantes a algún cargo de elección que son ofrecidos a manera de producto a la ciudadanía electoral, la cual, más bien, es pensada como un consumidor que debe optar por alguno de los productos que se le ofrecen. 

En este sentido –y éste no es un texto en el que podamos profundizar en este asunto– las y los electores están mucho más desprotegidos de lo que podría pensarse: y es que, finalmente, la imposición de gobernantes comienza desde el momento en que un ente como el Instituto Nacional Electoral (INE) es el que tiene la atribución de aceptar o rechazar candidaturas, basado en parámetros a todas luces lejanos a los intereses genuinos de la población (si se le preguntara al pueblo –y no al INE– quiénes pueden o no ser candidatos, otra cosa sería).

Pero el tema que deseo tratar es el de la desprotección “literal” en que las y los electores nos encontramos al momento de elegir representantes. 

Dicho tema es pensado en este texto desde un punto de vista puramente psicológico, por lo cual las conclusiones que se proponen no son más que un elemento a considerar en conjunto con las ideas provenientes de ciencias como la sociología, la historia, la filosofía, etc., y en ningún momento se proponen como definitivas.

Comencemos pues recordando que el ser humano –al igual que otros mamíferos y a diferencia de otras especies como las aves– nace en un estado de vulnerabilidad innegable. 

Al no contar con habilidades locomotoras, ni con una estructura mental organizada, la presencia de madres, padres o cuidadores se torna imprescindible para la supervivencia física y emocional del bebé (Ainsworth  & Bowlby, 1991; Spitz, 2012 [1965]). 

No obstante, la afortunada presencia de madres, padres o cuidadores que se ocupen del desarrollo de un niño desde etapas muy tempranas, no anula el sentimiento de vulnerabilidad constitucional que a nivel emocional se instala en el ser humano. Esta vulnerabilidad, en mi opinión, juega importantemente en el acto de elegir representantes.

Freud (1981 [1932]) se ocupa del tema de la vulnerabilidad del niño (o la niña) para explicar la fe en Dios. 

Freud (1981 [1932]) explica que ante la amenaza que representa el mundo para el niño o la niña, cae en cuenta de que los padres y las madres lo protegerán de ésta. 

Al crecer, las personas adultas dimensionan de manera más concreta la limitada capacidad de protección de los padres y las madres, en parte debido a que su visión de los peligros reales del mundo son mucho más apegados a la realidad. 

La persona adulta, entonces, se sabe desprotegida. El recurso que emplea la mente ante esta situación es el de elevar la imagen mnémica de los padres-madres-protectores a la categoría de divinidad, y deposita en su concepción de Dios a todas las excelencias que en la niñez atribuyó a sus progenitores. 

Dios sería, pues, una imagen mental edificada en torno a la capacidad ilimitada de protección que se le atribuyó a los progenitores en la infancia.

Pero en el marco de la política podríamos retomar la hipótesis de Freud (1981 [1932]) y preguntar si acaso no sucede el mismo depósito de ansiedades infantiles de desprotección en la figura de los candidatos que desfilan ante nosotros. 

Fromm (1991 [1979]) se vale, asimismo, del concepto de transferencia freudiano para proponer algo en este sentido. 

La transferencia puede entenderse como la totalidad de pensamientos y sentimientos conscientes e inconscientes que la o el paciente deposita en el terapeuta, y que originalmente fueron dirigidos a figuras importantes de la infancia, lo cual hace que la relación terapéutica se vivencie como algo muy particular, en donde el objetivo principal sería clarificar dichos sentimientos para que la o el paciente entienda su modo de actuar y relacionarse en el presente. 

Fromm (1991 [1979]) retoma esta idea y la traslada al terreno socio-político, proponiendo que la transferencia que la o el paciente realiza en la clínica con el terapeuta, el ciudadano y/o la ciudadana la realiza en lo social con el dirigente: 

“No hay más que mirar las caras de una multitud que aplaude a un dirigente carismático como Hitler o De Gaulle, para ver la misma expresión de reverencia ciega, adoración, afecto” (Fromm, 1991 [1979], p. 58) escribiría. 

Así pues, lucrar políticamente con la vulnerabilidad física y (sobre todo) emocional de las personas representa un beneficio garantizado, puesto que este sentimiento de desprotección es constitucional y universal.

Si lo pensamos detenidamente, de hecho, los candidatos y candidatas se ofrecen como seres capaces de colmar estas ansiedades de vulnerabilidad: simbólicamente son padres y/o madres repitiendo una y otra vez a sus hijxs que los protegerán de todos los males que le acechen. 

Pero si -como explica Freud (1981 [1932])-, el poder de madres y padres es limitado, el de estos personajes con mucha más razón (y no tardamos mucho en hacer esto consciente, puesto que, desde el primer momento, y una vez elegido el candidato, éste dedica una parte importante de tiempo a intentar convencer sobre las complicaciones que se le presentan, por lo cual no ha podido ejecutar lo que en campaña prometió).

El psicoanalista oaxaqueño Andrés Jiménez (2013, p. 81) escribe: “para Freud lo imposible no es aquello que no puede tener lugar sino que sus logros serán siempre insatisfactorios”. 

Él retoma esta idea de Freud para explicar la relación entre padres, madres e hijos en el sentido de que, la función de los padres y madres siempre será fallida, porque no hay modo de garantizar éxito en la labor paterna o materna si se tiene respeto por la subjetividad de lxs hijxs (lo cual es lo más saludable). 

A mí me parece que esto es muy aplicable a la elección de representantes también: pase lo que pase, la elección que hagamos –tanto a nivel individual como colectivo– siempre será fallida, porque de entrada elegiremos entre personajes que se adjudican la capacidad de colmar nuestras necesidades. 

Al ser una pose su disposición y constitucionales nuestras necesidades más urgentes, es sencillo suponer la imposibilidad de una complementariedad genuina entre gobernante y gobernadxs.

Este domingo saldremos a elegir a quienes sentimos que pueden garantizar con mayor eficacia nuestra supervivencia: los ciudadanos y las ciudadanas somos como niños y niñas eligiendo a los papás que queremos que nos cuiden del “Coco” (Trump), el monstruo debajo de la cama (crimen organizado), el ropavejero (pobreza) y más. 

Estos padres,madres—candidatos se muestran valientes y hasta bravucones. 

No obstante, no tardarán mucho en mostrarnos sus limitaciones y nosotrxs experimentaremos una decepción aparente que más bien es resignación, porque en el fondo sabíamos que ninguno es capaz de lograr los imposibles que plantean. 

Habrá que salir a votar conscientes de todo esto, y convencidos de que nuestra elección –no ésta sino todas– siempre será fallida; pero lejos de ser una noticia triste puede ser una auténtica oportunidad de reflexión acerca del sistema y el formato electoral de nuestro país. 

Cuando uno o una se mira con tantas limitaciones (castrados-as) es cuando realmente es libre, porque ya no corre el riesgo de engañarse a sí mismo pensando que cree en la mentira que el otro le ofrece. Todos y todas a votar, que por lo menos este domingo no hay algo mejor qué hacer.


Juan José Ricárdez López

Psicólogo Clínico

Contacto

(044951) 1009730

juanjose.ricardez@live.com.mx

aacademica.org/juan.jose.ricardez.lopez

Referencias

Ainsworth, M. D. S. & Bowlby, J. (1991). An ethological approach to personality development. American Psychological Association, 46 (4), pp. 333-341. Estados Unidos.

Freud, S. (1981 [1932]). Conferencia XXXV Una concepción del universo. En López-Ballesteros Nuevas aportaciones a la psicoanálisis (pp. 195-225). México: Iztaccíhuatl.

Fromm, E. (1991 [1979]). Grandeza y limitaciones del pensamiento freudiano. México: Siglo XXI.

Jiménez, A. (2013). La relación profesor estudiante. Una propuesta desde el psicoanálisis. México: Ediciones de la Noche.

Spitz, R. (2012 [1965]). El primer año de vida del niño. México: Fondo de Cultura Económica.

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