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La transición rosa

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Un inédito mensaje conjunto a medios de comunicación entre dos presidentes, el electo y el que está en funciones, con sus gabinetes, marcó el inicio oficial de la transición de poderes federales. La reforma educativa, la ex lideresa magisterial liberada horas antes y el nuevo aeropuerto de la ciudad de México fueron los temas de la agenda de la conferencia, que fue transmitida en vivo. En ninguno estuvieron de acuerdo

“Yo no voy a contradecir en este periodo de transición”, aseguró Andrés Manuel López Obrador, presidente electo, con una sonrisa en la cara. Su administración, que aún ni siquiera inicia, vive un momento de gracia, y parece que lo sabe: “Es algo extraordinario que podamos tener esta relación armoniosa entre el gobierno que está por terminar y el gobierno que va a iniciar sus funciones”.

“El balance de la actual administración corresponde a los ciudadanos, no a mí”, siguió en su discurso el hombre que, en su tercer intento, llegará a la presidencia del país con 30 millones de votos en la bolsa, la mayor votación que haya tenido un gobernante en México. Justo antes, el presidente saliente, Enrique Peña Nieto, el mandatario con mayor reprobación popular de las últimas décadas, había hecho su propio balance:

“Cada área de la administración pública aportará los elementos para que la próxima administración pueda trabajar”, aseguró Peña, con ojos vidriosos, antes de decir que deja un país con “algunos focos” de violencia, pero con un clima de armonía y paz social y una economía estable.

Pareciera que las declaraciones eran en dos eventos aparte, pero no. Ambos presidentes estaban a pocos metros uno del otro. Era la tercera reunión que sostienen desde que López Obrador ganó las elecciones presidenciales el 1 de julio pasado, y también la tercera que se realiza en Palacio Nacional. Pero a diferencia de las anteriores, en esta participaron todos los miembros de sus gabinetes, y convocaron a la prensa a una conferencia de prensa conjunta, que se pudo ver en vivo por youtube.

El mensaje sirvió para anunciar el inicio formal del periodo de transición. Los dos presidentes, el electo y el que está en funciones, destacaron que hay una relación de cooperación entre los equipos. Sin embargo, las diferencias de forma y de fondo se asomaban en cada momento.

Ni siquiera en los protocolos más sencillos fue un evento en el que pudieran congeniar. Por ejemplo, el proceso de registro de prensa, que tardó más de una hora y media afuera del recinto. Durante las últimas semanas, las conferencias que ha sostenido el presidente electo han sido en las escalinatas de una antigua casa en la Colonia Roma, que siempre está atiborrada de gente que acude a presentar peticiones de todo tipo al futuro mandatario. Hay conferencias casi a diario y los reporteros, muchos que han cubierto en sus campañas presidenciales, suelen hacer bromas y hasta peticiones de horario al presidente electo.

Los mensajes del presidente en funciones, en cambio, son controlados por un fuerte sistema de filtro de la prensa, suceden a puerta cerrada y no siempre se admiten preguntas. A pesar de que en este anuncio si hubo preguntas, solo seis periodistas fueron seleccionados para hacerlas. El resto de los asistentes nunca supo cómo fue el proceso para definir las preguntas elegidas. “¿No viste la lista?, respondían los integrantes del equipo de comunicación de presidencia a los reporteros que, molestos, se quejaban de la selección previa.

Otro: en las conferencias de López Obrador, la gente que acude cada día permanece detrás de una reja y puede verlo, interrumpirlo y lanzar consignas mientras deja sus peticiones. A la conferencia en Palacio Nacional, el único pueblo asistente fue una tropa de burócratas con trajes sastre que adornaron las tres primeras filas de los lugares disponibles, resguardados por el Estado Mayor Presidencial (ese del que López Obrador quiere prescindir).

El mensaje dio inicio a las 3 en punto, unos minutos después de que por una puerta entraran ambos gabinetes completos y se formaran a espaldas de dos atriles con micrófonos, muy separados, pero en el mismo escenario.
En el equipo entrante destacaba la presencia de seis mujeres en primera fila; una de ellas, la exministra Olga Sánchez Cordero, ocupará el segundo cargo de importancia en el país. El contraste fue notorio con las únicas dos mujeres del equipo saliente, que quedaban ocultas detrás de los hombres, mientras el presidente era flanqueado por el secretario de la Defensa Nacional.

Entre los temas abordados, gracias a las seis preguntas de la prensa a las que se dio espacio, relucieron la Reforma Educativa, el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México y el destino de la exlideresa sindical Elba Esther Gordillo, quien horas antes había reaparecido en la vida pública, tras cinco años de prisión domiciliaria, acusada y liberada en la administración de Peña Nieto.

“¿Qué le responde a Elba Esther?” le preguntaron a Peña, luego de que la exlideresa se declaró presa política de su sexenio. El mandatario se dijo “completamente” respetuoso de las decisiones autónomas del poder judicial y rechazó que fuera una captura política.

López Obrador, a quien muchos atribuyen un pacto con su vieja enemiga política (cuya liberación fue anunciada el mismo día que recibió la constancia como presidente electo), aseguró que la exlideresa no ocupará ningún cargo en su gobierno.

Antes, las preguntas referentes a la reforma educativa y a la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México habían dejado claro que por muy colaborativa que sea la transición, las diferencias de proyecto de país de las dos administraciones son irreconciliables.

El presidente en funciones presumió los logros de la reforma educativa que su gobierno “promovió e impulsó”. Y el presidente electo aseguró que se cancelará esa reforma para construir una nueva, que tendrá en el centro a los maestros.

El presidente en funciones dijo que la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, la mayor obra de su administración, “sigue en curso, como lo manda la ley”. Y el presidente electo respondió que el mantenimiento de la obra se someterá a consulta y se hará “lo que el pueblo mande, porque aunque a muchos no les guste la frase: el pueblo es sabio”.

Así, después de 50 minutos de golpes tersos, el evento concluyó sin que ninguno de los secretarios de Estado, entrantes y salientes, se despidieran de sus homólogos. Rosario Robles, antigua colaboradora de López Obrador que ahora es parte del equipo priísta, quedó muy lejos del presidente electo. El presidente Peña Nieto se detuvo un momento a intercambiar palabras con Rocío Nahle, próxima secretaria de Energía, y luego acompañó a López Obrador a la salida del Palacio Nacional. La cuenta regresiva para el 1 de diciembre había comenzado.




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