Eran las tres de la tarde mientras caminaba por la calle Bodas de Fígaro rumbo a la Fábrica de Artes y Oficios (FARO) Tláhuac, iba pensando: “Ha de estar bien peligroso para regresar al metro ya sea caminando o en micro. Se ve bien duro el barrio, más si eres morra” y es que la delegación Tláhuac, tiene una tasa delictiva que su aumento se disparó, desde el 2017, a un 45% -según datos de la Procuraduría de la Ciudad de México- luego de la captura de Felipe de Jesús Pérez “El ojos” quién fue líder de la organización criminal que mueve el narcomenudeo, los robos y asaltos en esta demarcación, además de que con la problemática del sismo del 19 de septiembre se agravó aún más esta situación.
Con esa reflexión en la mente aceleré mi paso para llegar a la entrada del bosque de Tláhuac, sobre Avenida La Turba, donde me dijeron dos amigos que se encontraba el recinto operado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, mismo que le hace honor a su acrónimo, pues para la población que vive aquí, sí parece ser una luz entre tanta oscuridad.
Al llegar, volteé a ver mi reloj y sentí un alivio enorme, estaba sana y salva y además había llegado a tiempo para tomar el Taller de Poesía y Rap Femenil : “¡Que suerte!” me dije, y entré a preguntar dónde era la clase. “Nos falta sólo una chica, ahorita que llegue les decimos cuando pasen”, le dijo Masta Quba al policía que estaba dando la información. Mientras esperaba le di una la vuelta al lugar, había bastante gente para ser sábado, muchos estaban aún haciendo las actividades de sus talleres -alcancé a leer unos pequeños letreros que decían “dibujo y creación gráfica”- por otro lado estaban presentando un libro, y más allá unos niños jugando en la ludoteca. Cerca de las 3:30 pm vi llegar a María Veras. “Es hora de que veamos como sale este bisne”, me dije y tomé camino a la Sala de Usos Múltiples de la FARO para dar inicio al taller.
La sala ya estaba acondicionada con sillas y un pizarrón blanco. Tomé mi lugar y las chicas se presentaron y explicaron brevemente qué ejes tendría el taller. Cynthia Franco daría expresión corporal: “es para conectar con esa voz primigenia y ver desde dónde sale, desde qué parte del cuerpo podemos hacer sonido”. María Veras, enseñaría más a fondo el manejo de la voz: “Nosotras como seres humanos no tenemos como tal un mecanismo para cantar. Están las cuerdas vocales sí, pero lo demás lo aprendemos por mera imitación, así que aquí va a tratarse de desaprender que no pueden cantar, porque su voz ahí está”.
Masta Quba, nos enseñaría la historia y los secretos del rap: “Recuerden que esta escena nació como parte de un movimiento, de una lucha y aquí también estamos luchando y por eso nos lo apropiamos”. Y es que la cultura del hip-hop nació a finales de los setentas en Estados Unidos por un grupo social marginado: los afroamericanos que vivían en el sur de Bronx en Nueva York, y no es coincidencia que un grupo mayoritariamente invisibilizado, como lo son las mujeres, y que por ello lo hayan transformado en una herramienta de emancipación.
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