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Migración en manos de la trata | La vida trágica de la muñeca más cara de la vitrina

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Por Sheyla Urdaneta

De Kenni Mireya Finol se dijo que el hombre que la acosaba, la amenazaba y que en diciembre de 2017 le dijo: “las maté a todas, ahora sigues tú”, se iba a olvidar de ella. Por el contrario, presuntamente él cumplió su promesa: la mató.

Kenni Mireya Finol nació y creció en el sector 1°de Mayo, uno de los barrios más pobres de Maracaibo (Venezuela), en el estado Zulia y frontera con Colombia. En sus calles, de al menos 60 años que tiene de fundado el barrio, falta el asfalto, falta el dinero y abunda el hambre.

Hay zonas urbanizadas y zonas en las que hay que caminar por tierra, sobre piedras mal puestas. Hay recovecos en los que sólo pueden entrar los del lugar, porque hay peligro, incluso en la misma calle donde está el módulo policial.

Allí creció Kenni, y es allí donde nadie quiere hablar de ella en voz alta. Temen contar que se rodeó de gente que le hizo mal, que estaba metida en drogas, en tráfico de armas, que se relacionaba con malandros. Que a los 18 años entraba y salía de la cárcel de la ciudad como si fuera su casa, de ahí, desde donde se programaban secuestros, tráfico de estupefacientes y extorsiones.

Kenni era la menor de cuatro hermanos con los que no compartía ni el papá ni el apellido. Mireya, su madre, la crió sola. No hubo figura paterna, no hubo control ante decisiones que tomó muy temprano, como la de hacerse amiga de una chica que vivía en la cárcel sin estar presa y que era la pareja de un pran. En aquel entonces, Kenni tenía 13 años.

“Nada se tomaba en serio, lo de ella eran las fiestas, la rumba, beber, fumar, bailar. No le temía a nada”, dicen vecinos del 1 de Mayo. Algunos dicen que ni siquiera le temió a la amenaza de Brayan Mauricio González, alias El Pozoles, el hombre que presuntamente la mató y acaba de ser detenido este febrero, un año después del suceso. El juicio en su contra, quizás determine su culpabilidad en México, el cuarto país con mayor impunidad del mundo según el Índice Global de Impunidad de la UDLAP. Quizás no.

A Kenni le gustaban “las relaciones tormentosas” cuentan sus amigas en las redes y otras que no quisieron dar sus nombres. Lo cierto es que sus amores siempre estuvieron cerca de la ilegalidad. El 24 de diciembre de 2010, un grupo de hombres se la llevó de una disco en Maracaibo hasta la cárcel de Sabaneta y la entregaron como regalo de Navidad al pran del penal.

Su mejor amiga, Makarena, le había advertido: Astolfo de Jesús Balzán la quería conocer. Y Kenni aceptó. Contó en sus redes que se enamoró de este hombre al que conoció cuando ella tenía 18 años y él 22.

Desde ese día, Kenni entraba y salía del lugar cada vez que el hombre quería. Era miembro del Tren del Norte, una organización delictiva dedicada a la extorsión, secuestro y sicariato. Balzán, cuando le provocaba, salía a buscar a Kenni donde estuviera. Para ella era su Toto.

El hombre tenía en su historial asesinatos a funcionarios policiales, robo, ocultamiento de armas y extorsiones. Mientras, Kenni, como otras chicas de su edad, quería vestirse con ropa de marca, con zapatos caros, vivir del reventón y de la fiesta. Para ella ser linda no era suficiente.

La muchacha en ese tiempo fumaba marihuana en su barrio con sus amigos y era parte de un grupo de mujeres que vivían al límite y en rumba. Pero Kenni quería ir más allá: viajar, tener ropa y carteras de marca, estatus para brillar y que la envidiaran. Tener todo lo que no podía en medio de su pobreza. Su mejor amigo de la adolescencia cuenta que estaba “dispuesta a lo que fuera por conseguirlo”. En su casa no había para comer bien, tampoco para comprarle lo que estaba de moda.

Toto resultó ser su primer beneficiario. El hombre trataba de controlarla desde la cárcel, pero ella no era su única mujer. Así que ella decidió que era el momento de volar.

Escribió en una de sus dos cuentas de Instagram: «Vengo de abajo y voy pa’ arriba». En Facebook tenía tres perfiles, como si quisiera reinventarse con cada cuenta nueva. Pero en todas hay un elemento en común: ella habla de envidias, de personas que le quieren hacer daño, de lucha… un estado defensivo perpetuo.

En 2014, en un enfrentamiento con funcionarios, mataron a Balzán. A él lo acusaron de haber matado a policías. Kenni estaba fuera del país cuando ocurrió el hecho y no pudo llegar al funeral. Regresó después del entierro del que decía había sido el amor de su vida.

Cuando por fin llegó, pagó para que hicieran una letra A con flores rojas, y se fue al cementerio con un teléfono en el que puso vallenatos como homenaje a quien fue su pareja. Después se tatuó el hombro derecho con el apellido de su Toto.

“Las mujeres de los pran se rayan con el nombre de su hombre. Somos de ellos, de su propiedad”, explicó una amiga de Kenni.

Leer nota completa: http://www.zonadivas.info/la_muneca_mas_cara_de_la_vitrina.html

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