Fuente: Luchadoras.
Foto: Facebook LuchadorasMX.
La colectiva feminista Luchadoras se dio a la tarea de buscar y entrevistar a nueve mujeres cuyas vidas fueron afectadas por el movimiento político protagonizado por estudiantes, hombres y mujeres, un 2 de octubre de 1968, día que se tornó oscuro ante la decisión del gobierno en turno de masacrar a los y las manifestantes a punta de balazos en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco del entonces Distrito Federal.
Aquél día, como casi todo México sabe, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz dio la orden de contener las protestas estudiantiles que se vivían en la capital una tarde noche hace 41 años y, después, sus fuerzas militares y policíacas comenzaron a asesinar a quien perteneciera a dicha manifestación pacífica o a quien pareciera pertenecer.
Aunque los números reales todavía permanecen en el misterio, las cifras podrían alcanzar hasta 300 activistas de ambos sexos.
Por eso es que hay tantas historias qué documentar y, con ellas, aportar a la narrativa de lo sucedido por aquellos años, un ejemplo de lo que un país con un Estado de derecho chueco puede llegar a hacer.
La primera mujer que resalta la colectiva feminista Luchadoras, es Concepción Santillán, quien fuera enfermera del Hospital Gonzalo Castañeda del ISSSTE en la colonia Roma Norte, de la ciudad de México, ella y sus compañeros y compañeras acamparon en el lugar de trabajo que hoy aparece abandonado en la capital, muy cerca de Tlatelolco.
«Junto con sus compañeras y compañeros bajaron los colchones y movieron las camillas al pasillo […] Se quedaron en el hospital toda la noche esperando que la balacera parara, protegiendo a los y las pacientes«, escribe Luchadoras en su sitio web.
Enseguida, Conchita Montiel, una mujer que estudiaba periodismo en la Carlos Septién García por allá en el 68, ella relata que su institución hizo cambios en el calendario escolar una semana antes de la matanza. Ella y sus compañeros y compañeras de clase no estuvieron en la protesta de aquél 2 de octubre porque estaban en exámenes.
Ether Añorve también era estudiante, pero normalista de la Escuela Normal en Guerrero. Ella opina que «hubo un cambio en la conciencia social ‘las reforma educativas y la lucha por su mejora trajo una educación liberadora y con una conciencia popular enorme‘».
También Esther María Alfaro aparece en la lista, ella era estudiante de comercio, edecán en las Olimpiadas del 68 y seguidora ferviente del movimiento estudiantil en cuestión. «Tal vez era yo la única que la veía ensangrentada», declaró Esther a las entrevistadoras ya en su chamba de edecán en los Juegos Olímpicos de ése año.
Aparece también Leonor Rodríguez Ramos, estudiante de enfermería obstétrica en la ENEO, UNAM. Leonor es una sobreviviente de la plaza de las tres culturas, se escondió en un edificio en la calle matamoros: «ahí como a las 10 para las 7 de la noche vimos una luz verde caer del cielo y en ese momento empezó el tiroteo», declara la ex marchante.
Otra vida presente en aquél suceso fue la de Magdalena de la Isla Montoya, quien trabajaba en una clínica de planificación familiar esos años en la calle Guatemala del centro histórico.
Ella y compañeras de su trabajo llevaron medicamentos a quien estuviera herido durante las manifestaciones.
Por otro lado, María del Consuelo Valle Espinosa participó en el suceso como estudiante y luchadora social: «No era una muchacha especialista en algo, era ajonjolí de todos los moles; hacía de todo, salía en brigadas, repartía propaganda en los camiones y en las plazas públicas, ayudaba en la elaboración de carteles con serigrafía, con el mimeógrafo, de vez en cuando en la cuestión de finanzas, elaboraba mantas y asistía a todas las manifestaciones», declaró ella.
María recordó a su madre buscando entre todos los rostros a sus hijos e hijas, aclara que por muchos años permaneció en silencio y ahora ya cuenta su historia públicamente, sin importarle quien oiga.
Finalmente leemos a Rita Imelda Palomo en el reportaje de Luchadoras. Rita, era de una normal para mujeres en Tamazulapam, Oaxaca. Ella relata que después de lo sucedido, su escuela era asediada por fuerzas militares, se puso grueso para las normales quienes recibían enfusilados a diario, algunas hasta tuvieron que cerrar.
«Yo estaba en primer año de la normal y la defendimos incluso hasta la fecha la de Tamazula sigue siendo normal de mujeres», cuenta Rita Imelda para Luchadoras.
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