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Nosotros sin México: naciones indígenas y autonomía

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México no es una sola nación sino un Estado en el que existen, oprimidas, muchas naciones. Esta es una de las tesis con las que Yásnaya Elena A. Gil (Ayutla Mixe, Oaxaca, 1981) propone reimaginar nuestro país: tras la desarticulación de los discursos y las prácticas nacionalistas, se encuentra una confederación de comunidades autónomas capaces de gestionar la vida en común sin la intervención de las instituciones estatales. Otro mañana posible para pensar hoy.

1. Un río

El nombre de un río que nace en la meseta tibetana, pasa por la India y atraviesa Paquistán cuenta con una historia inquietante. Su nombre propio en castellano, Indo, proviene de una antigua lengua reservada para los oficios y las escrituras sagradas del hinduismo. Del sánscrito “sindhu”, la palabra pasó al persa como “hindush”, al griego como “indós”, y de ahí al latín “indus”, y luego al castellano ya convertida en “indo”. El nombre de este río se relaciona también con la región que conocemos como India y después, mediante una historia de confusiones geográficas escuchada ya demasiadas veces, el gentilicio “indio” terminó siendo utilizado para nombrar a los integrantes de un conjunto de pueblos que habitaban el continente americano a la llegada de los colonizadores europeos. El viejo nombre de un río, mencionado en el texto más antiguo de la India, adquirió también en latitudes remotas una carga connotativa fuertemente despectiva. En este río pienso cuando, dentro de la cabina de un taxi, escucho al conductor lanzar improperios contra una persona que casi provoca una colisión, una lista de insultos que termina de manera culminante con un sonoro “indio”.

Contrario a la creencia de muchas personas, las secuencias indi- de las palabras “indio” e “indígena” no tienen una relación etimológica. Lejos del acuoso origen de “indio”, la palabra “indígena” proviene del latín y se utilizaba para designar la adscripción a un lugar de nacimiento: de indi- (de allí) y gen- (nacido) su significado etimológico sería “nacido allí” u “originario”. En los usos más antiguos que podemos encontrar en castellano de la palabra “indígena”, se muestra un significado etimológicamente estricto. Indígena designaba entonces a toda persona “nacida allí”; la naturaleza deíctica del “allí” permitía que “indígena” adquiriera significado según el lugar al que se hiciera referencia. ¿Cómo fue que palabras tan distintas, indio e indígena, se llegaron a usar para nombrar aparentemente la misma categoría muchos siglos después? ¿Cómo fue que adquirieron su significado actual?

Estas palabras, indio e indígena, también podrían lavar su significado, desteñirse en medio de un río que se lleve las estructuras que les dan sustento porque, al menos en la actualidad, es la existencia de los Estados nacionales las que les da cuerpo. Es decir: en cierto escenario futuro esas palabras podrían volverse insignificantes, felizmente irrelevantes. Imaginar ese escenario es el propósito central de este ensayo.

2. Un accidente histórico

Gracias a la politóloga mixe Tajëëw Díaz Robles tuve noticias del periodista mapuche Pedro Cayuqueo, autor del extraordinario libro Solo por ser indios y otras crónicas mapuches, en el que, entre otras cosas, se vuelve evidente la tensión entre el Estado chileno y los pueblos indígenas, especialmente el pueblo mapuche. En una de las entrevistas que concede Cayuqueo, declara que él es mapuche, que su nacionalidad es la nacionalidad mapuche, pero que cuenta con un pasaporte chileno debido a un lamentable accidente histórico que prefiere no mencionar. Tras esta declaración, más que ocurrente, encuentro dos elementos fundamentales para entender la situación actual de los pueblos indígenas de México y del mundo: las particularidades propias de los pueblos y naciones y el surgimiento, lamentable para Cayuqueo, de un mundo dividido en entidades legales llamadas Estados.

Hacia una confederación de naciones autónomas
1. Reconocer que México no es una sola nación sino un Estado en el que existen, oprimidas, muchas naciones.
2. Aspirar, en consecuencia, a crear una confederación de comunidades autónomas capaces de gestionar la vida en común sin la intervención de las instituciones estatales.
3. Empezar por desarticular los discursos y prácticas nacionalistas que pretenden hacernos creer que México es una nación única e indivisible.
4. Fortalecer los espacios autogestivos que las comunidades indígenas han creado a lo largo de su historia.
5. Declarar la existencia de territorios indígenas autónomos en los que el Estado no pueda concesionar proyectos extractivos que atenten contra la calidad de vida de las personas.
6. Respetar los mecanismos de gobierno y de administración de recursos económicos de las comunidades indígenas.
7. Reconocer la existencia de múltiples formas de entender la justicia, el castigo y la reparación del daño.
8. Promover la organización comunitaria como un vía efectiva para las labores de seguridad y vigilancia locales.
9. Gestionar los servicios de salud de manera comunitaria, impulsando un diálogo intercultural entre la medicina occidental y elementos de la medicina propia de cada pueblo indígena.
10. Reconocer el derecho de cada comunidad indígena a gestionar la educación básica y a asociarse con otras comunidades para gestionar la educación superior.

Aunque parece una declaración ociosa, me interesa recalcar esta observación obvia: nunca en la historia de la humanidad el mundo estuvo dividido en poco más de doscientos países bajo un modelo ideológico en el que a cada uno se le ha construido una identidad, una bandera, una historia, una lengua y una serie de símbolos asociados. Casi resulta imposible pensar hoy el mundo sin estas divisiones, que en muchas ocasiones se asumen como existentes desde siempre, como dadas desde el origen o como el modo en el que el mundo ha sido ordenado desde un principio. La división del mundo en Estados nacionales se utiliza también como catalejo para mirar el pasado: el “México prehispánico” solemos decir frecuentemente, ignorando la gran inexactitud de la frase pues lo prehispánico excluye por fuerza México, un Estado creado hace apenas doscientos años.

 

Yasnaya Elena Aguilar Gil

Leer nota completa: https://cultura.nexos.com.mx/?p=15878

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