Gerardo Soriano
Según María Amparo Casar, cito de memoria, la paz social, la estabilidad y el crecimiento económico de los que disfrutó el país antes de la elección del 2000, estuvieron cimentados sobre el corporativismo. En aquel entonces, diciembre de 1991, la politóloga mexicana esgrimía que el corportativismo ya no debería tener cabida en un país bajo un modelo económico neoliberal, que desde 1982 se seguía a pie juntillas y que aspiraba a la alternancia política. El tiempo, desafortunadamente, la desmintió. El corporativismo no solo sobrevivió a la llegada de un nuevo partido en el poder, el PAN, sino que se rejuveneció. Es imposible entender el gobierno de Fox y de Calderón, sin hacer referencia a Elba Esther Gordillo, o el sexenio de EPN sin la sombra ominosa de Romero Deschamps. Si en el resto del país el corporativismo rejuveneció, en Oaxaca, estado donde la intentona de alternancia durante el gobierno de Gabino Cué, quedó en eso, en una intentona fallida, el corporativismo se incrustó bajo la piel del oaxaqueño y paradojas de la vida, hoy puede ayudar a enfrentar el COVID-19.
Aunque en el estado de Oaxaca, muchas organizaciones sociales nacieron para ser un interlocutor ante el gobernador en turno y buscar democratizar la vida en la entidad, también es cierto que, con el paso del tiempo, bastantes de esas organizaciones se convirtieron en agrupaciones similares a la CNC o la CNOP. ¿No ha habido organizaciones que reclaman recursos para sus representados en diversas comunidades?, pero esos recursos que no pocas veces no llegan a sus poblaciones. ¿No hay dirigentes en esas agrupaciones, quienes después de un momento de lucha ocupan candidaturas de elección popular o cargos en gobiernos oficiales, que enfrentaron como oposición? ¿No la propia Sección 22 ha tenido candidatos, bajo las siglas de diferentes institutos políticos? Más aún: es conocido que esa agrupación sindical tenía bajo su control el IEEPO.
Si en Oaxaca nada sucede sin la sombra del gobierno, una prolongación de esa sombra, son esos grupos sociales que trabajan y operan de la misma manera en que una CNC, CTM, CNOP. En Oaxaca, hay una organización para cada grupo social: Asociaciones de comerciantes fijos y semifijos, de taxistas de sitio, de taxistas foráneos, de transportistas, de repartidores de pipas de agua, de arquitectos y de abogados, de burócratas y de enfermeros (los héroes actuales), de artesanos, de campesinos, de artistas y escritores, de locutores, contadores, uff. Agréguele usted, amable lector, la organización que desee.
Lo paradójico del tema es que a pesar de estas innumerables organizaciones y las luchas que enarbolan, en lo sustancial la situación económica y social de los grupos que representan no ha cambiado mucho. Tan es así que en la presente crisis sanitaria por el COVID- 19, la base social de esas agrupaciones es quien más ha sufrido las consecuencias de esta pandemia. Es hora de que esos grupos sociales se movilicen por Oaxaca.
Ante la actual coyuntura que representa la pandemia de COVID-19, ese mismo mal que ha aquejado al pueblo de Oaxaca y que ha detenido el avance democrático del estado, parece ser una herramienta para lograr enfrentarlo y salir avante. En efecto, en una entidad en la que los contagios por COVID-19 se multiplicaron y en menos de un mes, ya se superaron los más de dos mil contagios, una estrategia efectiva es acudir a esas organizaciones para que, a través de sus dirigentes, se logre convencer a la población en general, para llevar a cabo las acciones para detener y disminuir esas cifras.
La tarea es titánica y a la luz de los hechos difícil de encontrar una solución, sólo por la administración encabezada por el joven, Alejandro Murat Hinojosa, cada vez más alejado del nuevo modelo del PRI reload. A juzgar por el primer corte de esta pandemia en la entidad, el joven aprendiz de pintor, perdón de gobernador (disculpen ustedes el desliz sabinezco) parece rebasado como otros gobernantes del país por un simple virus y lo peor, por su propia población. Por ello, el punto más urgente es detener ya el contagio, confinar a los asintomáticos.
Son ilustrativas las medidas tomadas en el norte de Italia, en donde no se confinó a toda la población, sino a los asintomáticos que daban positivo a las pruebas. Sin embargo, ante la situación económica que impera en Oaxaca, desde hace decenios, ese plan resulta, por decir lo menos ilusorio. Los llamados a la voluntad tampoco son una buena opción. Aunque cuidado, tampoco las medidas restrictivas por medio del uso de la fuerza representan una alternativa. Ya vimos lo que sucedió en Jalisco, donde Giovanni, un joven albañil murió después golpeado y presumiblemente torturado por policías estatales, quienes lo arrestaron por negarse a usar cubrebocas.
En Oaxaca, desde que inició la pandemia, el Gobierno del Estado llamó a la población a quedarse en casa. El número de enfermos hoy en día confirma el fracaso de esa medida. Si a ello sumamos los golpeteos al interior de la Secretaría de Salud de Oaxaca (SSO), en la que, según se filtró a medios, se lee a su titular, Donato Casas Escamilla, tirar floridas palabras para ordenar “madrear” a sus enemigos, pues el escenario es complicadísimo, por llamarlo de algún modo. Hay que agregar a ese coctel, las protestas de ciudadanos que impiden desinfectar (en el RAE no existe el verbo sanitizar) las vías públicas, so pretexto de que los empleados dispersan con su equipo el virus.
Así que extraña que perteneciendo a un partido político “maestro” en movilizar a la población a su favor, en “acordar” con la oposición y organizaciones sociales para hacerlos suyos, ahora el joven gobernador, Alejandro Murat, no eche mano de acciones políticas para detener el avance del virus. Urge que el ex presidente del TSJE, Héctor Anuar Mafud, opere ya desde la Segego con los líderes de los diferentes sindicatos, agrupaciones, asociaciones civiles, de taxistas, de transportistas, de comerciantes, para acordar con ellos un frente y poder detener el avance del COVID-19. ¿Cómo? Que los líderes bajen el mensaje a sus agremiados, para persuadirlos de que se queden en su casa en un confinamiento más efectivo. Un estado con las condiciones de pobreza, de marginación y con un sistema de salud desmantelado, no se puede dar el lujo de dejar a la población a la voluntad del virus y mientras no haya una vacuna o un tratamiento efectivo para combatirlo y en tanto no se equipen y se habiliten los hospitales necesarios para enfrentarlo, pues el confinamiento parece ser la única alternativa, a corto plazo.
Para ello, todas las piezas que conforman el sistema político oaxaqueño deben trabajar al punto, con exactitud. El reto que tiene el estado lo amerita. Apremia que la Secretaría de Economía trabaje con la Coparmex y la Canaco del estado, para que los pequeños y medianos empresarios y comerciantes, cuenten con financiamiento suficiente, para enfrentar la pandemia y de esta manera puedan cerrar sus locales, sin despedir a sus empleados y pagándoles sus salarios, mientras se supera la crisis sanitaria. Urge una campaña de comunicación social más eficiente, que llegue, en sus lenguas originarias, la información sobre el COVID-19. Es menester ya que los políticos dejen de hacer campaña con la pandemia y centren sus recursos y esfuerzos en trabajar coordinadamente para abrir comedores comunitarios y no regalar despensas. Los bancos deben esforzarse por seguir los protocolos de sana distancia y evitar las aglomeraciones que se siguen viendo.
Es hora de que la maquinaria del corporativismo del que tanto se han beneficiado políticos y dirigentes sociales se ponga a operar, en beneficio de la salud de los oaxaqueños. Si no se detiene el virus hoy, los heraldos negros caerán sobre la Verde Antequera. Entonces la paz social, la estabilidad y el crecimiento económico serán solo un recuerdo nostálgico de un pasado efímero, diría Antonio Machado, en el que el corporativismo oaxaqueño, fue pieza clave. Es hora, en otras palabras, de la organización social en favor de la sociedad misma y no en beneficio de políticos y líderes sociales. Esa es una deuda con los muertos que cada vez aumentan más.
