San Salvador Huixcolotla es conocido por ser la cuna del papel picado; con cientos de talleres en un municipio de apenas 16 mil habitantes, este arte se ha convertido en la forma de vida de muchos
Por: Aranzazú Ayala Martínez | Foto de portada: Olga Valeria Hernández | Lado B
Para Vicente Pérez, hacer papel picado es fácil: está en su naturaleza. El señor se sienta en una mesa horizontal, frente a sus manos hay una placa de plomo que tiene encima 50 hojas de papel china y un plástico engrapado encima. El resto de la mesa la ocupan más de 80 cinceles de metal, del tamaño de un bolígrafo, con diferentes puntas: unas son afiladas, otras anchas, algunas más pequeñas y otras más angostas.
Vicente es dueño de uno de los cientos de talleres dedicados a hacer esta artesanía en el municipio de San Salvador Huixcolotla, en el corazón del llamado “Triángulo Rojo”. Si bien el lugar es conocido por sus altos índices de violencia y el robo de hidrocarburo, la gente de la zona prefiere que lo identifiquen por ser el lugar de origen del famoso papel picado.
En 1998, el gobernador Manuel Bartlett declaró oficialmente a Huixcolotla como cuna de esta artesanía, mediante un decreto. Pero sus habitantes lo sabían mucho antes, pues el génesis de esta tradición se remonta, cuenta Vicente, a la llegada de los españoles.
Aunque sus antepasados indígenas, dice, conmemoraban el Día de muertos desde antes de la conquista con flores silvestres de la región, con la llegada de los españoles al nuevo continente también llegó un nuevo material: el papel china, crujiente, delgado y colorido, del cual empezaron a inventar figuras, que al principio se decoraban con cortes de tijera sencillos.
Después este arte se fue perfeccionando y afinando al utilizar cinceles especiales que pueden hacer los cortes en el frágil papel sin dañarlo.
Vicente empezó, como muchas personas del pueblo, a cortar el papel desde que era niño. La primera vez que cortó una pieza tenía apenas ocho años de edad: su papá se dedicaba al campo y por las tardes llegaba a su casa y hacía papel picado para venderlo. Al principio no quería que su hijo lo hiciera porque decía que lo iba a echar a perder, pero inevitablemente llegó a las manos de Vicente una pieza de papel. Y cuando cumplió 18 años empezó a dedicarse de tiempo completo a este arte.
Después de casi 30 años, el papel picado se ha convertido en la vida y en un negocio que comparte con su esposa y uno de sus hijos.
El taller de Vicente, “Papel picado a la mexicana”, se dedica principalmente al trabajo con corporativos. Diseñan papeles picados para grandes empresas, adaptando sus logos a diseños personalizados.
También hacen los tradicionales para fechas específicas, como el Día de muertos o el Día de la independencia, y personalizados para fiestas y eventos familiares. Pero en el resto del pueblo se pueden encontrar diversos diseños y para cualquier ocasión.
El proceso
Lo primero que se hace es el diseño. Antes estos se hacían a mano, a puro trazo de lápiz, lo que tomaba más tiempo. En la oficina de recepción de su taller, a unas calles del centro de Huixcolotla, Vicente tiene colgado un cuadro: es un dragón con un marco, todo con el estilo de arte chino. Fue un encargo que le hicieron precisamente unas personas de China, y para trazarlo y cortarlo se llevó 30 días; en el cuerpo blanco del dragón todavía se distinguen las sutiles marcas de lápiz.
Ahora ya es diferente. Vicente explica que los artesanos han sabido adaptarse a la tecnología para agilizar procesos y costos para quienes compran el papel. Ya casi todos los diseños se hacen a computadora; con eso se le puede dar al cliente una previsualización de cómo quedará el papel, y hacer los cambios correspondientes.
La hoja con el diseño va hasta arriba, debajo se colocan unas 50 hojas de papel china y hasta arriba se pone una capa de plástico delgado, y todo se engrapa de las orillas para que no se mueva. Esto va sobre una placa de plomo, material preferido por su suavidad en comparación con otros, y es importante porque así no se dañan las puntas de los cinceles con los golpes. Poco a poco se van cortando las marcas y va naciendo la forma de cada pieza de papel.
Sin embargo, aunque la tecnología ayude, Vicente recalca que la creatividad es suya. Las ideas para hacer las figuras y letras y acomodarlas en el papel, ya sea el tradicional rectangular o los más largos verticales, vienen de su mente acostumbrada toda la vida a sacar figuras del papel de colores.
Para la producción a gran escala (que es mucho menos común) se hacen suajes para hacer los cortes. Esto, dice el artesano, es solo para producciones gigantescas, como cuando alguna empresa les pide 50 mil piezas.
En Huixcolotla no solo hay talleres que diseñan y cortan los papeles, también hay lugares conocidos como maquilas (que no son lo mismo que una maquiladora de textil), dedicados a distintas partes del proceso. Por ejemplo, en algunos lo que hacen es solo pegar los papeles a los hilos para que tengan las puntas para amarrarse, o formar las tiras que se cuelgan, y pegarles los cartones que van al final de cada pieza.
Vicente extiende la invitación a toda la gente a visitar Huixcolotla y sus cientos de talleres, todos orgullosos de su tradición, pues quiere que Huixcolotla sea recordada siempre como la cuna del papel picado.
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