El estridentismo del 2021, visible en la exposición “Chubasco estridentista”, presenta una perspectiva de género y halla en el pasado un espíritu que aún conserva
Por: Gene Cruz | Foto de portada: recuperada de Facebook | Lado B
“Intentamos evitar desde hoy las discusiones (…) del año 2945, que vendrán a medir, a pesar, a limpiar y dar esplendor a lo que nació exacto, vivió completo y terminó sin eco porque estaba más arriba que todas las montañas”.
Esta cita del poeta poblano Germán List Arzubide (1898-1998), pertenece a las primeras décadas del siglo XX y si con ella abre la exposición Chubasco estridentista, en la Casa de las Culturas Contemporáneas, es porque busca darle continuidad al movimiento vanguardista mexicano llamado estridentismo.
El primer manifiesto del estridentismo —desarrollado por el escritor y abogado Manuel Maples Arce (1900-1981), bajo el nombre Actual No. 1: Hoja de Vanguardia. Comprimido Estridentista—, fue publicado a finales de 1921, proclamando, entre varias cosas, un arte (incluyendo la poesía) que se acercara a la realidad, reflejando los avances técnicos que ya la caracterizaban como moderna.
Aunque en la actualidad, ese estridentismo ya no alaba con plena confianza a la industrialización, sí mantiene vigente su instinto disruptivo, al realizar referencias culturales u oponiéndose a sistemas o dinámicas sociales que van en detrimento del ser humano.
Con toque antiguo
La muestra nos recibe con un podcast de la Fonoteca Nacional, el cual fue una postproducción de 2007 hecha por el artista, investigador y docente Miguel Molina Alarcón, a partir de cuentos de List Arzubide, musicalizados por el compositor Silvestre Revueltas (1899-1940).
Un ejemplo de estos relatos originalmente concebidos para oírse en la radio es Las máquinas del hogar. En este se afirma que la mujer de aquella época estaba siendo liberada de las faenas domésticas a las que se veía socialmente sometida, gracias a las nuevas tecnologías que poco a poco se insertaban en la cotidianeidad.
Mientras enlista y describe varios electrodomésticos, entre ellos una máquina de barrer (una aspiradora), el narrador declara que las señoras ya no tendrían que menoscabar su salud, ni perder tiempo en los quehaceres, porque Troka, el poderoso (un robot ficticio que representaba la inteligencia humana transformada en revolución técnica y potencia industrial), había llegado con todas estas innovaciones para salvar el día, al modo de un superhéroe nacido en la modernidad.
El largo podcast puede ser escuchado en una sala improvisada con unas cuantas sillas negras y un monitor, en tanto muestra la imagen de un radio de bulbos. La escena anacrónica resulta curiosa, pues un dispositivo del siglo XXI se barniza de nostalgia, para familiarizarnos con un pasado que alude a un futuro que ya está aquí, aunque sin el optimismo, ni la ingenuidad planteada por Arzubide.
Un caso similar es el de las obras consumadas por el artista Antonio Álvarez Morán, tituladas Códice Cuetzalan I, II, III y IV. Las piezas que derivaron de lo que él denomina una “resistencia artística”, fueron llevadas a cabo con la técnica del collage (papier collé) sobre pliegos de papel amate (siguiendo la estética y formato prehispánicos) que había conservado durante varios años, y que intervino con su propio trazo, pero también con recortes procedentes (principalmente) del libro México a través de los siglos y de textos gratuitos de la Secretaría de Educación Pública.
En sus piezas, el artista se autorretrata, cuenta historias que ilustra y, a su vez, evoca aspectos de la prensa que, al menos en tierras novohispanas, surgiría aproximadamente hasta la primera mitad del siglo XVIII, es decir, mucho después de la aparición de los primeros códices precolombinos. Con semejante mezcla, Álvarez Morán recuperó en 2021 una técnica que caracterizó al cubismo, el cual, en su momento, influyó al estridentismo del siglo XX, junto al futurismo italiano y el modernismo.
Perspectiva de género estridente
Chubasco estridentista —se lee en la hoja de sala— sacude el ambiente poblano no sólo por retomar técnicas vanguardistas o señalar algunos de los artilugios de la era de la información, sino por tomar una postura crítica, desde la perspectiva de género, ante algunas de las problemáticas que enfrenta la sociedad mexicana.
La evidencia más contundente está en Muro de papel de Mariano Morales. Esta obra edificada con 360 bloques de papel de archivo con los nombres de las víctimas de feminicidios sucedidos en Puebla entre 2013 y 2020, pretende conmemorar a las mujeres asesinadas, exigir justicia por los crímenes que les arrebataron la vida, hacer frente al patriarcado que las condenó y gritar con estridencia recalcada: “¡No más! (…) ¡¡¡Ni una más!!!”.
Cada uno de los ladrillos en la construcción de 1.5 por 1.8 metros está rotulado con el nombre de una víctima, o por lo menos con el adjetivo desconocida, que reconoce su vida y su actual ausencia. Únicamente el frente del muro expone estas palabras, pues su cara interna es por completo blanca, quizás con la esperanza de que, en efecto, dejen de sumarse homicidios al listado.
Lo que no se detiene es la crítica al sistema patriarcal que, aparte de matar, reduce a la mujer a poco más que un bien material. Con la cosificación en mente, el antropólogo Julio Glockner Rossainz nos trae Oferta (Sátira a la coficación de la mujer) (sic), una producción compuesta por un anuncio, colocado en una pared a modo de catálogo, que está rodeado por 13 imágenes digitales retratando 13 tipos distintos de maniquíes, que simbolizan diferentes “modelos espirituales de mujeres”, disponibles para atender ocasiones o eventos sociales específicos, siempre con el objetivo de complacer a las “más pobres mentalidades”.
Cabe añadir que Glockner, también responsable de la hoja de sala de la exhibición, le da un precio a cada una de sus clasificaciones y los contrasta en el tiempo, para denotar que, hoy en día, la mujer (además de ser cosificada) está devaluada, por lo menos, en un 50 por ciento.
Así, Glockner convoca a los “caballeros” de todo el mundo para que satisfagan sus intereses: desde verse acompañados por una “Mujer pintoresca para viajes”, hasta poder estar al lado de una “Mujer estridentista” que, a pesar de todo y según el autor, es la más valiosa de todas.
No obstante, la dinámica se vuelve más ácida, cuando entre las fotos de armazones plásticos observamos a una mujer de carne y hueso que, al aparecer en una de las fotografías, está sujeta a esos mismos criterios mercantilistas que cosifican a los maniquíes, pero a ella también, violentando, por ende, su integridad como ser humano.
Por su parte, Joyas para la piel de Ángela Arziniaga, captura en una serie de fotografías (impresiones a la plata en soporte de algodón) pedazos de piel humana con grasa adherida y de textura rugosa, aunque sólida. Los trozos están adornados con cuentas de perla o cadenas, para exponer las cirugías estéticas a las que “algunas mujeres se someten en busca de un ideal de belleza”.
Las imágenes en blanco y negro enmarcan testimonios hasta cierto punto grotescos, porque, por un lado, se vinculan a la presión social ejercida sobre las mujeres, para cumplir con ciertos estereotipos físicos y, por otro, refieren a intervenciones quirúrgicas que, sin importar su complejidad o nivel de riesgo, conllevan malestares y sacrificios que ninguna joya puede enmascarar.
Entre las numerosas obras de la muestra, en la segunda de las salas (en la planta alta del inmueble), destacan La penecracia ha muerto III y VII, dos Arte Objetos también realizados por Ángela Arziniaga. En breves términos, son esculturas de unicel con la forma del órgano sexual masculino que están cubiertas, la una, con pequeñas perlas y corazones dorados, y la otra, con cubos metalizados. Cada escultura se halla además sobre una base protegida por un capelo de vidrio (uno con trozos de cristal en su interior), colocadas, a su vez, sobre un pedestal de barro.
La comicidad y lo provocativo de las piezas reside en que —mientras el aparente lujo con que están revestidas las figuras de unicel, alude a los privilegios y a la omnipotencia que posee el hombre en la estructura social—, sus títulos, capelos y pedestales neutralizan toda su potestad, porque al ser insertadas en el discurso museístico, se anula su funcionamiento en el mundo real y se transforman en lo que se espera sea pronto una inofensiva reliquia del pasado.
Retratos por el ayer y el hoy
Al mismo tiempo, la segunda sala de Chubasco estridentista nos obsequia retratos de personajes que han dejado una huella “chirriante y desapacible” en la cultura popular, o en la historia general. Ya sea mediante representaciones monocromas con economía formal, u ostentando alegres rostros hiperrealistas, valorar lo pretérito como fuente creativa es sintomático del estridentismo del siglo XXI que, cien años atrás apostaba más por el elogio a las máquinas y el progreso que estas prometían.
Dividido en tres sectores, los siglos, las nacionalidades, las áreas de especialidad, e incluso la muerte, difuminan sus fronteras para conglomerar (pero no revolver) en Iberoamérica del siglo XXI del artista Mauro Terán, a dictadores, gobernantes, actores, escritores, artistas, periodistas y conductores que agasajan una plaza de toros, en donde la tauromaquia es lo de menor importancia.
Desde Adolf Hitler y Francisco Franco, hasta Margaret Thatcher y Andrés Manuel López Obrador; desde Leon Trostky, Frida Kahlo, José Mujica y Elena Poniatowska, hasta Karl Marx, Eva Perón, Carmen Salinas y Diego Armando Maradona, el artista atrapa en su lino a una pléyade de personalidades que, para él, constituyen, cuando menos, el imaginario latino de nuestros días.
Si en una misma vanguardia caben dos maneras tan variadas de rendir homenaje a los individuos que han dado forma a nuestra realidad, es porque el estridentismo no sobrevive por la delimitación de características dogmáticas, sino, por la perennidad de inquietudes e intenciones que pueden expresarse en multiplicidad de formatos, técnicas y temáticas.
Con esto presente, un lienzo figurativo no es menos estridentista que una obra abstracta. Quizás por eso, el lino Historia estridente de Terán consigue resumir una época en la que la presidencia de la República pasaba de manos de Álvaro Obregón a Plutarco Elías Calles, en la que La Doña era apenas una adolescente, en la que Lucha Reyes se apropiaba de la música ranchera y en la que la confianza en el progreso, personificado por Troka, el poderoso, aún no enfrentaba el duro embate de la Segunda Guerra Mundial.
De un modo u otro, aún falta mucho para alcanzar el 2945, pero cuando ocurra, seguramente citarán a Glockner al decir: “el estridentismo está vivo, (…) la creatividad lúdica y libre sigue palpitando en (…) hombres y mujeres que han tenido la decisión de superar prejuicios y disimulos asfixiantes, honrando de este modo la vida, la felicidad y la belleza”.
La exposición estará abierta de lunes a viernes en la Casa de las Culturas Contemporáneas (2 Norte número 1006, en el Centro Histórico de Puebla) hasta el 25 de febrero del año próximo.
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