Doritos: la chatarra vestida de comida casera

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Doritos: la chatarra vestida de comida casera

Toda receta tradicional puede ser emulada con saborizantes y perfumes que esconden harina, aceite vegetal y sal, y envuelta en papel metalizado. El boom de los snacks, que sigue el camino inaugurado por Doritos, conquista al mundo y mantiene a niños y niñas como centinelas ingiriendo aditivos químicos y nutrientes críticos en lugar de comida de verdad

Texto: Laura Rodríguez Salamanca / Bocado
Fotos: Nacho Yuchark y Miguel Tovar

COLOMBIA.- Son las 10 de la mañana de un día nublado, fresco. Tengo ocho años. Me siento en el prado de mi colegio, junto a la cancha de basquetbol y cerca de la casa de muñecas. El pasto está verde y aún algo húmedo por el rocío de la madrugada. A mi alrededor otros niños corren, tiran balones, se esconden con picardía.

Abro la lonchera rápido. No puedo esperar para ver qué sorpresa guardará en su interior. Encuentro jugo de guayaba, queso y galletas saladas. No era lo que quería, pero tengo hambre y empiezo a comer. Un niño se sienta a mi lado y destapa la suya: un paquete de papitas sabor a pollo y una Coca-Cola. ¡El mejor refrigerio del mundo! ¿Por qué mi mamá no empaca eso? ¿Somos tan pobres que no lo podemos comprar? Siento tanta vergüenza que paso el resto del recreo sola.

Esto ocurrió varias veces en mi infancia. Estudié en Tabio, un pueblo a una hora de Bogotá. En un colegio público de esos a donde asisten niños de todos los estratos. Y como mi familia rara vez podía comprarme snacks para el recreo, hubo momentos en que me sentí disminuida frente a otros niños. Incluso, un par de veces preferí guardar la lonchera y jugar sin comer nada. Hoy no tendría ese problema: los snacks y los refrescos se han popularizado al punto de que no hay niño que no pueda abrir su lonchera y  un paquete cuando lo desee.

Doritos y Cheese Tris, ‘De Todito’ o ‘Todo Rico’; las frituras con sabor a pollo, a limón, o a comidas enteras como calentado; triangulitos que tiñen los dedos de naranja y los cuerpos de aceite, sal y decenas de aditivos son los productos más consumidos por la infancia en Colombia. Según los resultados de la Encuesta Nacional de Salud Escolar realizada en 2018 por el Ministerio de Salud, cuatro de cada cinco estudiantes  consumen productos de paquete y nueve de cada diez no come las frutas y verduras recomendadas: cinco porciones diarias.

Los Cheetos, que en una pequeña bolsa reúnen cereal de maíz, sal yodada, aceite vegetal parcialmente hidrogenado, harina de soya, glutamato monosódico, almidón modificado, ácido cítrico y proteína de soya con clorantes artificiales que los hacen llamativos como el amarillo ocaso y la tartrazina. Esos eran mis favoritos.

Fotos: Nacho Yuchark

Pequeños grandes clientes

En Colombia el 24 % de los niños entre cinco y doce años tiene sobrepeso. Ninguno come la cantidad de frutas y verduras recomendadas por la Organización Mundial de la Salud. La mayoría de las familias aún no podrían saber a primera vista que eso que compran con esfuerzo para llenar la lonchera está disminuyendo la esperanza de vida de sus criaturas.

Carolina Piñeros -cabello gris, sonrisa amplia- es ingeniera industrial, madre de tres hijos y directora ejecutiva de Red Papaz, una organización de la sociedad civil que denuncia la publicidad engañosa y agresiva de la comida chatarra por los daños en la salud que puede provocar. Es cordial y explica pausadamente:

“Cuando empezamos a trabajar el tema de alimentación, en el año 2012 o 2013 encontramos que para los niños que tenían un problema de sobrepeso o de diabetes tipo uno, y no podían consumir este tipo de productos, era casi mejor no ir al colegio, porque para un niño es muy difícil no estar a la moda en el colegio, dejar de consumir eso que se ve play, que se ve cool”.

Los paquetes de snacks hacen todo por convertirse en íconos de la infancia: promociones, regalos, y acuerdos con estrellas de fútbol (que probablemente jamás comerían estas cosas) como Cristiano Ronaldo, Messi, El Pibe Valderrama y la actriz Margarita Rosa de Francisco.

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