“Yo quiero trabajar en mi tierra”: normalista rarámuri en marcha por los 43 estudiantes de Ayotzinapa

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“Cuando pasó todo (el 23 de septiembre de 2014) yo estaba en la primaria en Guachochi. Me impactó mucho porque pues yo era estudiante (…) Soy indígena, en la sierra hay muchas personas que son analfabetas, las escuelas están retiradas y hay profesores que no quieren llegar hasta allá. Yo quiero trabajar en mi tierra”, externa Irasema, estudiante de la Normal Rural “Ricardo Flores Magón” de Saucillo, Chihuahua.

Irasema no es su nombre verdadero. Como protocolo por seguridad, las normalistas y los normalistas omiten sus nombres en manifestaciones colectivas. Ella se da un tiempo para compartir su opinión y motivación para sumarse a la exigencia de justicia por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzianapa hace 8 años.

Ella tenía apenas 11 años cuando, a casi 2 mil kilómetros de su tierra natal, desaparecieron a 43 jóvenes estudiantes de la normal rural Ricardo Isidro Burgos de Aytozinapa Guerrero, fueron asesinados en la ciudad de Iguala del mismo estado del sur de México.

Aquella noche, policías y militares, también asesinaron a seis personas, entre ellas otros tres normalistas. El impacto en el país fue devastador y hasta ahora, la exigencia de justicia sigue, así como la demanda por la aparición de los estudiantes que tenían entre 17 y 25 años.

Desde la Sierra Tarahumara, Irasema, quien estudiaba la primaria, se enteró de los hechos violentos que no le eran ajenos, porque en su tierra, también han vivido años de violencia e impunidad.

Tres días antes de la manifestación de este lunes en la ciudad de Chihuahua, otro hecho conmemorativo ocurrió en la Sierra Tarahumara. Familiares y amigos de los ocho jóvenes guerrilleros (entre ellos maestros y normalistas rurales) asesinados hace 57 años en el asalto al Cuartel de Madera, también recordaron en esa ciudad, la fecha del 23 de septiembre de 1965 y recibieron un monumento erigido en memoria, después de casi seis décadas de impunidad.

“La normal rural me ha ayudado mucho, a manifestar lo que sentimos y creemos. Hay lugares donde no está permitida la manifestación y la gente se queda callada ante estas situaciones. A mí me ha ayudado a abrirme y expresarme más. Me ha ayudado muchísimo porque en la sierra hay más machismo, la mujer no tiene voz. Estoy orgullosa de pertenecer a la normal porque me ha enseñado a alzar mi voz, a seguir siendo rarámuri sin permitir la violencia”, acotó la joven que fue parte del contingente que cimbró en un grito femenino la calle peatonal Libertad, en la capital del estado.

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