El añil, “el oro azul” que cultiva y se produce desde Niltepec para el mundo

*Este tinte está amenazado por la falta de mercado y el coyotaje.

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El añil, el "oro azul", deja su huella y su color en las manos de quienes logran extraerlo del jiquilite. Foto: Diana Manzo.
Texto y fotos: Diana Manzo

Niltepec, Oax.- Para la ropa, la comida y hasta para los cosméticos se usa. El añil es una tintura natural que es extrae de una planta llamada jiquilite, al que llaman “el oro azul”.

Su cultivo y producción la realizan de forma artesanal y orgánica en Niltepec, Oaxaca, el único municipio de México que lo produce para el mundo.

Producir el añil no es una actividad fácil, además de la inversión económica y la falta de mercado para su comercialización que es afectada por el coyotaje, también implica tiempo y esfuerzo, la mayoría de sus productores son adultos mayores, en la actualidad hay un censo local de 40 añileros de una localidad de 10 mil habitantes.

La producción de este tinte natural es por temporada, la mayoría comienza en julio, otro tanto en agosto y finalmente Neftalí y sus amigos comenzaron en septiembre, la ventaja del añil es que una vez petrificado el tiempo de duración no caduca, pues con tan solo tener contacto con el agua se disuelve y su fijador es alto y está listo para el teñido de prendas, casas y todo tipo de accesorios.

Tras la recolección de hojas de jiquilite, empieza el proceso para extraer el añil. Foto: Diana Manzo.

Producir añil es todo un arte, explica con orgullo Neftalí Medina Espinoza, quien desde hace dos años, en plena pandemia, decidió ser productor de esta tintura, porque considera que es importante conservar este legado de sus abuelos y tíos.

Su mayor inspiración es ver que con el añil se conservaba la historia de su pueblo, pero además podría sobrevivir económicamente, sabedor de que incursionar en esta producción implica tiempo, dinero y esfuerzo.

“Me inspiré en las ganas de conservar una producción ancestral, tú ves el color azul y te remonta a la historia de Niltepec, que significa Cerro del Añil, entonces todo eso pensé y me motivó a producir, ahora ya llevamos dos años y vamos por más”, explicó.

El coyotaje, problema a enfrentar

Neftalí se unió a otros amigos y juntos crearon la asociación llamada Microproductores Cerro del Jiquilite “Oro azul” de Niltepec Oaxaca, en la que por dos años consecutivos están obteniendo su producción, la cual enfrenta en este segundo año la falta de comercialización por prácticas ilegales del coyotaje.

“Los que nos unimos somos en su mayoría nuevos en este arte, pero decidimos incursionar asesorados por el amigo Arvit y otros productores más, lo que hicimos fue limpiar nuestros terrenos y sembramos el jiquilite, que de sus hojas se extrae la tintura azul del añil”, explicó.

Las manos del productor de 39 años de edad están teñidas de azul y así perdurarán hasta la primera semana de octubre, que es cuando concluye la producción, en la cual espera obtener unos 100 kilogramos de este tinte natural.

**El ritual del añil**

Para lograr el añil petrificado y listo para teñir, cada uno de los productores invierte de 4 a 5 días ininterrumpidos; comenzado el corte del cultivo ya no se detiene la producción.

Toda la producción es totalmente artesanal y orgánica, desde la siembra de la semilla del jiquilite en los cerros en el mes de mayo antes de la lluvia, el inicio de la cosecha a mediados de julio y la producción que concluye a principio de octubre, para después comercializar.

Neftalí vendió parte de su producción a un museo en Oaxaca y otro tanto a artistas del viejo continente, pero también hay quienes lo venden a productores Puebla y de la Ciudad de México.

Las hojas pintorescas del jiquilite son las que escurren el añil; éstas, una vez que se cultivan son cortadas y las arman en racimos, posteriormente las trasladan a “las pilas” un espacio que anteriormente ocupaban los españoles que conquistaron la zona y produjeron el añil por mucho tiempo, pero que ahora ocupan los productores locales.

A las 5:00 de la mañana comienza la producción, son más de 12 horas ininterrumpidas, en carretas de bueyes o camionetas trasladan el jiquilite del cerro a las pilas, al llegar colocan 100 racimos en cada una de las piletas de cemento y las llenan de agua que al sentir los rayos del sol comienza un proceso de ebullición que suelta un color verduzco.

Esfuerzo constante para lograr el azul

“Es un trabajo duro y cansado”, expresa Nicolás Cruz López, un joven productor de añil de apenas 25 años, quien desde las piletas además de vigilar su producción mueve las enormes varas de madera que se usan en el segundo paso de la producción, que es lograr separar la tintura del agua usando un cuajo natural llamado “gulabere”.

Una vez que se obtiene el extracto de las hojas de la primera pileta, lo trasladan a una segunda, ahí es lo más tardado porque manualmente dos personas mueven por más de seis horas las enormes varas de otate hasta eliminar la espuma y aparece lentamente el color azul que simula un mar.

Al lograr la separación y obtener el añil en líquido, se extrae lentamente por medio de una bomba de agua y se traslada a una tercera pileta en donde manualmente se recoge con jícaras para almacenarlo en enormes tambos para ser trasladado a otro sitio donde continúa el proceso de tendido (escurrimiento) y secado.

Nicolás heredó el amor por el añil por su padre y abuelo. Para él es importante que siga vivo porque es la identidad de su pueblo, y aunque reconoce que a los jóvenes les aburre porque es emplear mucho tiempo y esfuerzo, en él significa conservar una tradición.

Para que la tintura quede en su punto, hay personas a quienes llaman “tinteros o químicos”, quienes le dan la exactitud al añil.

La inversión por día es de 2 mil 300 pesos, entre pago de la yunta de bueyes, el cortador y el químico o tintero.

Las esposas e hijas de los productores también se involucran en el proceso de tendido y secado del añil.

En mantas blancas se coloca la tintura que va secándose por uno o dos días simulando copos de tintura a fin de que escurran para después pasarlas a las tejas de adobe e iniciar el proceso de secado y cuando ya tiene la textura pastosa lo trasladan a una teja de adobe y lo llevan al sol para que se petrifique.

Logrando encontrar un gran tesoro azul. Foto: Diana Manzo

Al terminar el secado, Neftalí limpia y colecta el añil petrificado y lo acumula para comercializarlo por kilogramo, que se vende entre 2 mil 500 a 3 mil pesos.

Sin embargo, explicó que ante la falta de venta directa, se han topado con la venta desleal y el acaparamiento del añil, es decir los revendedores quienes compran toda la producción a  mil 800 pesos  el kilogramo obteniendo ganancias sin sacrificarse.

“Nos falta el recurso, las ideas y la iniciativa aquí la tenemos, producimos el añil y estamos dispuestas a invertir tiempo y esfuerzo para poner la cooperativa, hemos hecho pruebas con hilo y se ha logrado teñir prendas”, dijo.

Este cultivo del añil no está reconocido dentro de los programas oficiales de gobierno federal; sin embargo, por primera vez, el gobierno local que encabeza Froylán Medina Santos realizó la primera Expoferia del Añil con la intención de visibilizar y revalorizar esta actividad, de tal forma que los jóvenes y mujeres se unen a producir este tinte en Niltepec, Oaxaca, el único sitio de México donde se elabora de forma artesanal y orgánica.

De acuerdo con Martha Turok, antropóloga y experta textil, resaltó que la palabra añil procede de nil, azul en sánscrito, y fueron los árabes quienes la convirtieron en añil.

En entrevista para la revista Arqueología Mexicana reconoció que el añil ha sido uno de los tintes más importantes y constantes entre la mayor parte de los grupos étnicos de nuestro país y de Centroamérica.

“Por desgracia, su cultivo tanto en México como en Centroamérica (particularmente en El Salvador), se ha perdido, en Niltepec, Oaxaca, hay  algunos esfuerzos aislados de reintroducción en el Istmo de Tehuantepec”, concluyó.