“Ese miedo al futuro que ustedes sienten cuando escuchan sobre el cambio climático, nosotros lo estamos viviendo”, dice Aurea Sánchez Hernández, habitante de la comunidad de El Bosque, en el estado Tabasco, en México, donde el océano se ha tragado más de 500 metros de playa y ha derribado cerca de 70 casas.
Como ella, desde hace tiempo, científicos y líderes alrededor del mundo se esfuerzan por convencer a los tomadores de decisiones y ciudadanos del planeta que la crisis climática no es un problema del futuro. “El cambio climático ya está aquí. Es aterrador y es sólo el principio”, dijo el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, cuando en julio del año pasado la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informó que se estaba viviendo el mes más caluroso jamás registrado. Ni Guterres ni la OMM en ese momento sabían que un nuevo récord se alcanzaría en junio de 2024.
Las olas de calor, las inundaciones y las sequías cada vez más extremas, los incendios forestales y los ciclones tropicales que se intensifican rápidamente, son noticia cada año. El aumento del nivel del mar, otra de las consecuencias de la crisis, amenaza a numerosas comunidades costeras alrededor del mundo.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), tan sólo en 2022 casi 32 millones de nuevos desplazamientos internos ocurrieron por peligros relacionados con el clima. La cifra podría aumentar a 216 millones de personas hacia el 2050 si no se adoptan acciones climáticas específicas.
En la comunidad de Aurea Sánchez Hernández, que fue el hogar de más de 200 personas, hoy sólo quedan 12 familias.
En Colombia, miembros de una comunidad indígena wayúu de La Guajira también viven desplazados, lejos de su tierra, porque el mar no deja de avanzar.
En Panamá, ya comenzó el traslado a tierra firme de toda la población de una isla que se proyecta quedará sumergida bajo el agua.
En Puerto Rico, el aumento en el nivel del mar y el incremento en la fuerza de los ciclones tienen en vilo a todo un municipio.
En Guatemala, el océano avanzó una noche y se tragó varias tumbas y féretros del cementerio de Iztapa. Los ataúdes se perdieron entre las corrientes y un olor fétido cubrió la playa durante semanas.
Una alianza periodística de Mongabay Latam con Vorágine, Plaza Pública y el Centro de Periodismo Investigativo de Puerto Rico indagó todos estos casos.
Periodistas viajaron a los sitios impactados, hablaron con sus habitantes, con científicos, autoridades y también con los que partieron, empujados por los embates de las olas y que hoy añoran, en otros pueblos, sus vidas frente al mar.
“Nosotros somos lo que ustedes llaman desplazados climáticos”, dicen los que tuvieron que irse.
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